.The_True_Tittle.

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~*Rose´s iPod*~

12 de octubre de 2010

Capítulo 11.

Lukas me agarraba por el brazo llevándome fuera de la estancia. Todos estaban histéricos, algunos de los alumnos (he de decir que me siento orgullosa de que no fueran todos) corrieron a ayudar a Deborah, a salvarla de las llamas que yo misma había provocado.

Para mi desgracia, no se quemó ni un solo pelo. Resulta (me podían haber avisado, la verdad) que el chico que estaba a su lado, su novio como yo había deducido, podía controlar no sé qué de las masas de la atmósfera y había creado una especie de campo de fuerza que había repelido mi ataque.

Y, gracias a mi ``gloriosa´´ actuación, ahora me dolía muchísimo la cabeza. Sentía como martillazos en las sienes, solo que en vez de martillazos, parecían estar dándome con un mazo gigante.

Conforme íbamos andando por los pasillos hacia no sé dónde, comencé a ver como el suelo se acercaba a mi cabeza.

-Lukas… ¿Por qué se está moviendo el suelo?- No tuvo tiempo de responder pues se tuvo que parar y hacer una fuerza tremenda para que yo no chocara contra la dura y fría superficie.

Me cogió el brazo y lo pasó por sus hombros. Pegó un leve saltito para cogerme las piernas y me llevó en volandas por otro pasillo. Cuando paró, yo apenas veía, escuchaba ni sentía nada. Era como si alguien me estuviera privando de los sentidos principales.

Lukas le dio una patada a la puerta y entramos. Era una habitación, y por lo que pude distinguir, no era la mía, por lo que supuse que sería la suya. Me apoyó en la cama y oí como empezó a rebuscar en algún cajón.

-No veo nada, Lukas.- Dije en un susurro.

- Aguanta un momento, Rose. Sigue hablándome. Tienes que mantenerte consciente, ¿vale?- Lo oía como una reverberación. Pero aun así le seguí hablando, aunque la lengua se me trababa.

- ¿Por qué… me pasa… esto?

Oí una especie de susurros. Como era de suponer, ahora no veía a Lukas, al igual que tampoco lo oía. Tan solo veía un fondo negro, y… purpurina de color plata. Vaya, esto era nuevo.

No sentía mis manos, ni tampoco otras partes del cuerpo. Tan solo comencé a notar algo al cabo de unos cinco minutos aproximadamente. Podía mover mis dedos, y sentía también picor en las rodillas. Intenté relajarme y pensar en cosas bonitas, pero… ¿En qué cosas bonitas iba a pensar yo? Si últimamente todo lo que me pasaba era malo.

Ahora noté una respiración, como un eco de la mía. Hice un leve esfuerzo por abrir los ojos, y como la mayoría de veces, me arrepentí.

Lukas tenía su frente apoyada en la mía. Sus ojos estaban cerrados y tenía una de sus manos en
mi nuca. Creo que en mi vida me había puesto tan colorada. Cerré los ojos por si acaso.

-Rose.

Los abrí de nuevo y para mi alivio, estaba sentado en un hueco de la cama, junto a mis pies. Me incorporé lentamente y me senté sobre sus cojines. Al instante me arrepentí.

-Joder, mi cabeza.

- Ten.- Me ofreció un vaso, como la primera vez que nos vimos. También me acordé de lo mala que estaba esa medicina. Pero me quitaría el dolor, por lo que la tomé toda de un tirón.

- Agh.- Sonrió ante mi repentino ataque de arcadas.- Gracias.

Se levantó sin decir nada y se acercó a mí. Me tendió una mano, yo la cogí despacio, fría como el mármol. Cogió algo de una caja y me indicó con un movimiento de cabeza que saliera del cuarto yo primero. Aún tenía un regusto a muerto en mi boca.

Salió y cerró la puerta sin echarle la llave. Se giró y me miró con esos ojos matadores.

-¿Te encuentras mejor?- Carraspeé un poco antes de hablar.

- Sí. Bueno, más o menos.- Comenzó a andar, le seguí.- ¿Qué…qué demonios ha pasado?

- Como me temía, tienes un efecto secundario en tu poder.- Hablaba como si realmente entendiese.- Aquella vez,- supe que se refería a cuando Heath me ``atropelló´´- te pasó algo parecido, ¿verdad?

- Bueno, sí, eso creo.- Entramos en el ascensor.- Creo que le prendí fuego a un pitillo por error. Pero para ser la segunda vez que lo hacía, al menos no creé mucho caos.

- Tienes razón.- pulsó el uno.- La primera vez que utilicé mi poder, le congelé la papilla a Heath.- Los dos reímos.- La segunda fue peor.

- ¿En serio?- No podía ni imaginármelo.

- Congelé al gato de mi vecina. Lo encontraron hecho un iceberg en el cubo de la basura.- No pude evitar soltar un bufido.- Lo de siempre.

-Claro, lo de siempre.- Sonó el timbre que anunciaba que ya habíamos llegado.- Normalmente yo suelo calcinar gatos cada vez que tengo la ocasión. Y lo haría más a menudo si no fuese porque me dan estos ataques repentinos.

Creó una sonrisa torcida que me recorrió las entrañas. Había conseguido que se me pasara todo el dolor de cabeza, realmente este chico era especial. Literalmente, digo.

Entramos en el despacho de su madre. Al igual que aquella vez en el tren, estaban Heath, Helena, Anabel y, ésta vez, se había sumado Eva.

-Rose.- Helena se acercó a mí y me puso una mano en la frente, cerrando los ojos. Me recordó a Lukas. A los 10 segundos se separó de mí.- menos mal que estás bien. Toma asiento, por favor.
Me senté en un pequeño sillón, al lado de Anabel, que llevaba puesto un vestido de peto negro, con unas Converse negras y unas medias moradas. Me sonrió.

-Hola.- La saludé.

- Rose. Como bien sabrás, y supongo que te habrá explicado Lukas,- su madre lo miró, pero como normalmente hacía, se había puesto los cascos y había desconectado.- Tienes un problema. Es una especie de repercusión por lo que haces. Cada vez que provocas un fuego, repercutirá en tu salud.

- Lo sé.- Asentí.

- El único capaz de hacerte desaparecer ese dolor es este momento es Lukas. Por ello te pido que no te alejes demasiado de él. Cuando aprendas a controlar tu poder regularmente, tu cuerpo se adaptará a él, por lo que esos mareos y desmayos repentinos desaparecerán.- Comprendí ahora por lo que mi mentor era Lukas. Su poder con el hielo podía contrarrestar el fuego. Sería el único capaz de vencerme y de salvarme en una guerra.

-Está bien.- Me limité a decir.

- Y ahora, tengo algo que deberías ver.- Helena cogió una caja de bajo su mesa y me la entregó. Era un poco pesada.

Sobre la caja había un pequeño sobre. Para Rose, ponía. Lo abrí.

Querida Rose.
Siento mucho todo lo que te está ocurriendo. Pero es la mejor opción para mantenerte a salvo. Los asesinos de tus padres andan sueltos y no puedo dejar que te expongas. No soportaría que nadie más de mi familia saliera herido. Espero que te guste la academia, es lo más seguro para ti. Espero que comprendas mi situación.
Posdata: He terminado con Suzanne, era demasiado estúpida para pertenecer a la estirpe Darling.
Posdata 2: Cachemir ha tenido un pequeño desliz con alguna gata. Éste ha sido el resultado.
Atentamente y con cariño
Tío Pete.

Sonreí un poco y me guardé la carta en el bolsillo de mi pantalón. Todos me miraban expectantes a que abriera la caja. Deslicé el lado hacia un lado y levanté un poco la tapadera.

En su interior había un gatito del tamaño de mi mano, con el pelaje atigrado y unos enormes ojos verdes. Me miró de repente, y me asusté. Tenía una mirada desafiante. Como la mía.

Y debido a esa primera impresión, ya tenía un nombre pensado para él.

-Hola, Boo.

3 de octubre de 2010

Capítulo 10.

-Lilly Amstrong.

La aludida levantó una mano y acto seguido se irguió y comenzó a bajar los escalones que la dirigían hasta la pista. Era una chica alta y morena. A simple vista habría pasado por una chica normal, como la mayoría de los alumnos aquí, excepto yo. Todo el mundo estaba atento.

-Todo tuyo.- El profesor subió a las gradas y se sentó en la primera fila, expectante.

Me fijé más atentamente en la chica. Alguno de sus movimientos debería de darme pistas sobre cómo debía de hacerlo yo. Lilly abrió un poco las piernas y dejó los brazos en tensión. Esperaba que esta hiciese algún tipo de voltereta mortal que hiciera que el muñeco se tambaleara. Pero no fue así. La verdad es que me decepcionó un poco.

Y al contrario de mis expectativas, la verdad es que tampoco se movió. Se mantuvo quieta como una estatua, y tampoco podía saber si estaba matando al muñeco con los ojos pues me estaba dando la espalda. Antes de que me diera tiempo a sacar alguna deducción más, el muñeco explotó, tirando en miles de direcciones la pelusilla de su interior.

Pegué un leve salto debido al susto. Lukas me miró con comprensión mientras oía una risa de alguien de las gradas de atrás. Me giré para ver a Deborah con un chico al que no reconocí. Le saqué el dedo disimuladamente para que el profesor no se percatara, pero ella recibió el mensaje pues soltó un ruidoso bufido que se oyó en la primera fila.

-¡Asombroso!- El profesor comenzó a aplaudir. - ¡Excelente puesta en escena, señorita Amstrong! Se ha ganado una marca positiva.- La aludida se giró por fin. Parecía totalmente normal, sin ningún dolor de cabeza.

-Lilly lo hace todo con la mente.- Lukas se había acercado tan sigilosamente que apenas me había dado cuenta. Me estaba susurrando, por lo que supuse que al profesor no le gustaba nada que los alumnos hablaran entre sí.- Se supone que es nuestra arma secreta, pues no queremos ``reventar´´ a nuestros enemigos en medio de una lucha. Supongo que eso sería en el caso más extremo.- Asentí débilmente.

-Dean y Colin Berthford, a la palestra.- El profesor ya había colocado un muñeco nuevo, supuse que mientras que hablaba con Lukas.
Dean y Colin eran gemelos. Algo bajitos, con el cabello corto y muy blancos de piel. Para nada parecían del norte de América. Los dos tenían unos andares muy…raros.

Ambos se colocaron en el centro de la pista. Y esta vez apenas tuve tiempo de parpadear. Al instante después estaban los dos, una a cada lado del muñeco, con un brazo de este cogido. Tiraron en direcciones opuestas con muchísima fuerza y partieron el muñeco por la mitad. De la cabeza a los pies. Se me abrió la boca del asombro. Los dos soltaron las extremidades del muñeco y chocaron las manos en símbolo de victoria.

-Un poco grotesco, pero eficaz.- El profesor se rascó la perilla con una media sonrisa en la boca.

Esta vez si me di cuenta de quien cambiaba los muñecos rotos por unos nuevos. Era Lucy, la chica del tren, que con una mano traía un muñeco, y con la otra, como si pendiera de un hilo, se llevaba los restos.

-Controla la corriente eléctrica, ¿recuerdas?- Ahora lo recordaba. Lukas prosiguió.- Utiliza la electricidad estática para eso.- Me señaló como atraía los restos con la mano. Lucy se dio cuenta y me guiñó un ojo.

-¡Shh! – El profesor nos llamó la atención. Lukas se alejó.

Después de eso, actuaron tres alumnos más. Una chica que no paraba de estornudar, y cuando estornudó, la última vez, el muñeco se tambaleó y calló de espaldas. Le siguió un coro de risas y unas mejillas sonrosadas por parte de ella.

También actuó un chico rubio llamado Tobby. El chico, al igual que Lilly, se había estado quieto todo su tiempo. Mientras, nosotros observábamos como el muñeco cobraba vida y se arrancaba los miembros a él mismo. Cuando el maniquí estuvo completamente hecho trizas, Tobby dio una palmada. Al instante, el muñeco estaba en el mismo estado que antes.

-Es un ilusionista.- Me explicó de nuevo Lukas.- En realidad ni siquiera a aplaudido, si no que te ha hecho parecer que lo hacía.- Asentí maravillada.

El último chico que había entrado en acción se tropezó nada más comenzar su ``número´´. Se suponía que se separaba del suelo algo así como 20 centímetros y se deslizaba hasta el muñeco. Solo que al parecer, algún bache transparente en el aire hizo que perdiera el control y callera de bruces al suelo.

La siguiente era Eva. Se quitó el pañuelo que llevaba alrededor del cuello. Éste dejó entrever una especie de espirales a cada lado de su cuello tatuadas. Tenían el aspecto de tener mucho tiempo.

Eva bajó a la pista con unos andares alegres, como si lo tuviera todo controlado. En realidad, estaba casi seguro de que lo tenía.

Cuando se hubo situado en su sitio, en el centro de la pista con el muñeco enfrente, oí algo. Una especie de susurro. Vislumbré como se movía su mandíbula, por lo que supuse que era ella. Era como una especie canto silencioso, como un poema. Entonces el maniquí se movió. Comenzó a caminar hasta Eva, mientras esta seguía recitando. Cuando estuvo a menos de un metro de ella, se agachó y se tiró al suelo, bocabajo. Eva dejó de recitar. El muñeco seguía en el suelo. Eva tan solo se dedicó a pisarle el cuello y tirar de la cabeza, despegándola del resto del cuerpo.

-Magnífico, señorita Lynn. Es un honor contar con tu presencia en la clase.- El profesor Christoph hizo una leve inclinación de cabeza, y Eva le respondió con otra.

Mientras subía de nuevo a las gradas, el profesor llamó a Lukas por lo que esta vez, la que me lo explicó todo fue Eva.

-Guau.- Solté.- Ha sido genial. ¿Cómo lo haces?- Creo que era la primera vez que demostraba tanta admiración por alguien.

-Soy una susurradora.- Se rió un poco por mi halago.- Todo el linaje femenino de mi familia tenemos este don. Desde pequeña comencé a mandar a todo el mundo.- Sonreí un poco.

Lukas había bajado hasta la pista. Tampoco tardó demasiado en acabar con el maniquí. Simplemente utilizó un leve movimiento de muñeca para congelarlo. Estaba hecho un bloque. Se acercó con ligereza pero sin prisa y con uno de los pinchos de su pulsera, lo hizo añicos. Esa era otra, la pulsera de Lukas estaba ``personalizada´´. La suerte de tener enchufe.

-Sensacional, señor Silver. No esperaba menos de usted.- Lukas se metió las manos en los bolsillos y comenzó a ascender hasta mi lado.

-Mola más en primera persona.- Me dijo. Le miré enarcando una ceja pero me arrepentí pues me estaba observando con aquellos ojos asesinos y una media sonrisa que me hubiera matado después de los ojos.

-Deborah.- El señor Christoph la señaló con la mano.

Deborah bajó por las escaleras con un estuche en la mano. Su cabello rubio y rizado bailaba a cada escalón que bajaba. Cuando llegó abajo, se giró para sonreír al chico de la grada que al parecer era su novio, y de paso, para echarme una mirada malvada de las que se echan antes de clavarle una estaca a alguien.

Abrió el estuche y sacó 4 lápices afilados. Cerró los puños una vez y cuando los abrió, los lápices se elevaron a la altura de su cabeza. Ella levantó las manos y comenzó a dirigirlos hacia el muñeco con leves toques al aire. Éstos iban directos hacia la cabeza hasta que, cuando estaban a punto de penetrar en ella, dieron un giro de 360º y comenzaron a dirigirse hacia las gradas, o más concretamente llegaron a parar a mi cuello.

Dejé de respirar. Sabía que si quería matarme, podría hacerlo con un solo gesto de dedos. También cerré los ojos, pues no quería ver la cara de victoria que tenía Deborah en ese momento. Oí unos aplausos monótonos desde las gradas de atrás. La rabia me invadía. Menuda rastrera, zorra, pu…

-¡Es suficiente!- El profesor parecía enfadado por el tono de voz.

Abrí los ojos. Deborah ya estaba subiendo los escalones hacia su asiento. Respiré un poco aliviada pero a la vez molesta de que ella pudiera hacer eso y yo no.

-Señorita Darling.- Le miré.- ¿Le importaría hacernos una pequeña demostración?- Su tono era amable, pero aún tenía resquicios del enfado.

Me levanté con la certeza absoluta de que iba a hacer el ridículo. Doce pares de ojos me miraban mientras bajaba las escaleras y llegaba hasta la pista. El profesor se acercó a mí.

-No hace falta que hagas algo impresionante. Apenas eres una novata.- Eso me hundió aún más, aunque lo disimulé bastante bien.- Haz lo que puedas, y si crees que no eres capaz, me lo dices.- Acto seguido caminó hacia los asientos, dejándome sola en medio de aquel pabellón gigante, con aquel muñeco mirándome, y con aquella sensación de que tu vida era una mierda y una injusticia, además.

-Concéntrate, Rose. Puedes hacerlo.- Me susurraba a mí misma.

En realidad estaba cien por cien segura de que era capaz de hacerlo. El problema era…¿Cómo? Me miré las manos. Si hacía algún movimiento, tal vez pudiera invocar al fuego.

Levanté la mano derecha. Moví los dedos, en una especie de movimientos coordinados, pero no sentí nada. Nada nuevo, ni innovador, ni magnífico. Ni ninguna sensación vigorizante, como lo había descrito Lukas. Me giré para ver como Deborah hacía un bostezo fingido. Respiré agitadamente. Y sentí algo. Una especie de calor que se desvaneció cuando vi a Lukas y a Eva, expectantes ante mi actuación.

Vale, lo había sentido. Pero apenas dos segundos después había desaparecido. Esa sensación había llegado a mí cuando había visto a Deborah. Volví a mirarla para cerciorarme de que en efecto, así era. La sensación de calidez se producía cuando me enfadaba, así que me puse frente a ella.

Enarcó una ceja, mientras yo levantaba una de mis manos. La miré fijamente, pero aunque yo lo sentía, no pasaba nada. El chico de su lado carraspeó intencionadamente y ella rió. Esa fue la gota que colmó el vaso.

Mi mano se prendió fuego. La miré asustada, pues esto no era muy normal. Incluso Deborah se sorprendió. Lukas dejó caer una leve sonrisa.

Cuando me cercioré de que mi mano no se iba a apagar, levanté la otra. Hice un leve movimiento y también se prendió. Dos pequeñas llamaradas en mis manos. El profesor comenzó a aplaudir. Y le siguieron Lukas, Eva, los gemelos y la chica del estornudo. Me sentí un poco avergonzada, pero a la vez genial. Era una sensación…

Se apagaron. De golpe. Me sentí decepcionada, pero apenas un segundo porque cuando la sonrisa de Deborah apareció de nuevo, trajo el fuego con ella, y esta vez no dudé. Junté las manos creando una gran bola pirotécnica, y con toda mi rabia y odio, la lancé contra ella.

Se oyó un grito.