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~*Rose´s iPod*~

21 de febrero de 2011

Capítulo 15.

Hacía exactamente una semana y dos días desde el incendio en mi habitación. La noticia se había extendido como la pólvora pues me trasladaron al cuarto de Beth, una clon de Deborah que al parecer era su BFF (best friends forever o como quiera que se llamaran esas perras) y que la informaba cada cero coma dos décimas de todo lo que yo hacía, comía, vestía, etc. A parte, tenían la absurda ventaja de que no necesitaban ni siquiera verse en persona para poder comunicarse, cosa que yo tendría que aprender a hacer pronto si no quería tener una vida monótona y aburrida, sufriendo la existencia de Deborah y sus plagas.

Lukas llevaba sin hablarme desde que le confesé que en mi pesadilla había salido su padre, lo que no tenía ningún sentido para mí.

-Bah, tranquila, Rose. No es nada malo que el hombre que quiera matarte, sea el padre de tu mentor, de la única persona que te puede ayudar cuando te da un ''síncope''. - Como yo lo había bautizado.

Así que ese día, exactamente una semana y dos días después de quemar mi cama y parte del escritorio (gracias a Dios que el armario en el que tenía todas mis cosas salió intacto), estaba totalmente decidida a preguntarle a Lukas por su comportamiento.

Llevaba ya casi 10 minutos buscando a Boo, que tras la noche del incendio, había estado al cuidado de Anabel. No me gustaba mucho dejarlo suelto por la academia, teniendo en cuenta que la principal norma para tener animales era que no se interpusieran en el camino de nadie.

-¡Boo!- Me puse a gatas, mirando por todos los rincones de la sala común donde cupiera el dichoso gato.- ¡Ven, estúpido minino! Como me la cargue por tu culpa vas a desear no haber na...

En el último sillón de la estancia, estaba el gato con un enorme Husky negro, tan enorme, que tenía miedo de que se lo fuese a comer de un bocado. Me acerqué despacio, para no asustar a ninguno de ellos, y para cuando llegué junta al sofá que me daba la espalda, vi unas deportivas negras y grises que solo podían ser de una persona. Me apoyé en el respaldo del sofá y me asomé para ver a Lukas, con los ojos cerrados y los auriculares puestos, tumbado sobre toda la superficie del sillón.

Acerqué mi cara a la suya para averiguar si realmente estaba durmiendo. Resultaba casi imposible, ya que desde ahí podía oír la canción GENERATION que estaba escuchando. Poco después se disiparon mis dudas, ya que abrió los ojos tan súbitamente, que la visión de su iris ceniza me cortó la respiración. Me eché hacia atrás rápidamente y se me subieron los colores.

Su expresión apenas mostraba nada, entornó los ojos y se levantó. La parte de atrás de su cabeza, sobre la nuca, tenía el cabello un poco aplastado por la siesta. Se quitó los auriculares y chasqueó los dedos corazón y pulgar para que acto seguido, el enorme Husky se acercara caminando. Pegué un leve salto al notar la presencia de Boo, que ronroneaba en mi hombro, restregando su cabeza por mi mejilla. Le di un leve manotazo para que parase.

-Hoy no has ido a clase. - Intenté sacar tema de conversación.

-¿Acaso importa?- Ni siquiera se dignó a mirarme. Siguió sentado en el sillón, acariciándole la cabeza al perro lobo. Decidí sentarme a su lado, ya que él no parecía muy dispuesto a participar en el diálogo.

-¿Es tuyo?- al preguntarle, el perro se me acercó sigilosamente y me miró con sus bonitos ojos bicolor. Alcé una mano para tocarlo y agachó la cabeza. Tenía el pelaje tan suave...

-Se llama Dess. Y creo que le has caído bien. - Le miré y me encontré con su mirada, tan dura como una puerta de acero que te cierran en las narices.- No ibas a ser tú la única en tener un animal.- Eso último lo dijo con un tono amargo.

-Lukas, yo...- Cogí aire para poder explicarme, poder preguntarle por su padre, su pasado, poder saber más cosas sobre él. Lo veía justo, ya que todo el mundo en la maldita academia se sabía mi vida como el Padre Nuestro. Pero se quedó todo en mi lengua.

-Déjalo. Se levantó del sillón y me dejó ahí, con la palabra en la boca, mientras que Dess lo seguía.

Cerré la boca y comencé a acariciar a Boo, que había observado la escena con atención.

Por lo visto, hay alguien que me gana en testaruda y rencorosa.- Hablé con el gato. ¿Hablé con el gato? Joder, cada día me sentaba peor el desayuno.

-¿Alguien más testarudo que tú? No me lo creo.- Esa voz...

Me ré y casi salto de alegría al verlo allí parado, tan risueño como siempre, con el pelo sin peinar y los enormes cascos de música sobre su cabeza.

-¡Ricco! - Alzó los brazos y no dudé ni un segundo en ir a abrazarle. Creo que ese había sido el abrazo más cálido que me habían dado hasta ahora.- Dios, qué alegría verte, creí que no volvería a ver a nadie de mi antigua vida y yo...- Cogí aire y me separé un poco de él.- ¿Has visto a mi tío? No sabes lo raro que es esto, que no soy humana, que en realidad...- Me lo pensé dos veces antes de decirle nada por si rompía la regla número 3. Me miraba a los ojos fijamente.- Es increíble que estés aquí. Por fin alguien que trae noticias del...- Me besó.

Me quedé parada. Su mano, que antes había estado en mi espalda, abrazándome, se había deslizado hasta mi cintura y me apretaba contra él. Y me besaba. Yo mantuve los ojos abiertos todo el rato. De la sorpresa. Y seguía besándome, suave, pero insistente. Creo que verdaderamente, no fui consciente de que me besaba hasta que, cuando quise frenarlo, el beso ya había acabado.

-Yo también te echado de menos, Rose. Cada momento.- Creo que esa fue la frase más pastelosa que nadie me había dicho hasta el momento. Ahí fue donde prácticamente la cagó, porque toda la ilusión que yo había tenido al verle, se había esfumado. Se me fue el santo al cielo, para colmo de males, cuando detrás de él, a 5 o 6 metros, estaba Lukas. Observando toda la escena con una expresión inescrutable en el rostro. Sus ojos eran más fríos que nunca. Se giró y esta vez sí que echó a andar fuera de la estancia, para no volver.

-Esto...yo...Ricco...- No sabía que decirle. Quité su mano de mi cadera y le insté para que se sentara en el sofá.- Ricco, este es Boo. Boo, tu nuevo amigo, Ricco.- El gato saltó y bufó a Ricco, que pegó un leve salto y que después soltó una carcajada desconfiada, ignorando al gato, que lo miraba como su presa.- En seguida vuelvo. No te vayas.- Y salí corriendo detrás de Lukas antes de que se le ocurriera decir alguna que otra frase cursi como '' te esperaré contando los segundos que faltan para que vuelvas a mi lado''

Salí del vestíbulo, para ver que Lukas ya no estaba y que el ascensor estaba ocupado. Genial, pensé. Comencé a subir las escaleras, que eran más de las que yo me hubiese podido imaginar, y para cuando hube llegado a la cuarta planta, donde estaba la habitación de Lukas, yo había perdido las calorías de el desayuno de hoy, de ayer y de la primera papilla.

Me agaché apoyando las manos en mis rodillas para poder respirar en un ritmo normal, y cuando alcé los ojos, el pasillo estaba totalmente vacío. Busqué la habitación de Lukas, que compartía con Heath, con la mirada y llegué hasta ella como una exhalación. Toqué la puerta, pero como era de esperar, no me abrió nadie.

-Lukas, por favor, abre la puerta, sal o déjame entrar, pero deja de hacer ya el gilipollas. - Un chico que paseaba por ahí se me quedó mirando raro. Bajé el tono de voz.- Tenemos que hablar.

La puerta se abrió, y Lukas salió de la habitación como si yo no estuviera ahí.

- No hay nada de lo que hablar. Ya está todo dicho.

-No.-Le agarré de la manga y lo obligué a girarse. Entornó los ojos, desafiante. – Me vas a escuchar. – Le solté la manga. Estaba cien por cien segura de que no sería capaz de girarse de nuevo. - ¿Me quieres explicar por qué mierda, no me hablas? Me gustaría saber si es cierto que tu padre es…

-Sí. Sí que lo es. Mató a mi abuelo para poder matar a mi madre, que estaba embarazada de Heath. Conseguimos evitarlo, y la rabia de no poder salirse con la suya, hizo que me secuestraran. ¿Ves esto? – Se levantó la camiseta dejando ver una enorme cicatriz entre el ombligo y la costura de los calzoncillos. – Intentaron matarme, pero no lo consiguieron. ¿Sabes por qué? –Tragué fuerte saliva.- No. Claro que no lo sabes. Tú no sabes nada. No te importa nada ni nadie.

Zasca. Fui incapaz de resistirme, y para cuando me di cuenta de que le había pegado, ya era demasiado tarde. La marca de mi mano se extendió por su mejilla izquierda, dando lugar a un enorme moratón. No me arrepentí.

-Me importas tú, imbécil.

Sus ojos denotaron sorpresa. Se esperaba tan poco como yo que le respondiera eso. Pero lo que yo no me esperaba era que su mano me enganchase del cuello de la camiseta y me arrastrara hasta su altura para poder besarme.

Sus labios eran tan fríos como el mármol, pero eran suaves, sin nada de dureza, cosa que podía significar: o que realmente quería besarme, o que estaba poseído.

Se separó de mi cara unos centímetros para poder respirar y me soltó de la camiseta. Mis pies tocaron completamente al suelo.

-Yo…- Intenté hablar, pero no me salían las palabras. Aún sentía como carámbanos de hielo en mi boca. Menta fresca, eucalipto…

-Ni se te ocurra compararme con ese vendedor de discos anticuados.- Soltó. Me dio un pico que me sorprendió tanto como el primero y me rodeó para marcharse.

-No pensaba hacerlo. – Lo dije lo suficientemente fuerte como para que lo oyera mientras se alejaba.

Y yo me quedé allí, parada, oyendo su respuesta en forma de risa de fondo, y derritiéndome. Literalmente, claro.