.The_True_Tittle.

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~*Rose´s iPod*~

11 de mayo de 2011

formspring.me

No me gusta nada nada la publicidad, así que si os molesta, delete :)http://www.youtube.com/watch?v=Wce8xdON-T0&feature=channel_video_title

21 de febrero de 2011

Capítulo 15.

Hacía exactamente una semana y dos días desde el incendio en mi habitación. La noticia se había extendido como la pólvora pues me trasladaron al cuarto de Beth, una clon de Deborah que al parecer era su BFF (best friends forever o como quiera que se llamaran esas perras) y que la informaba cada cero coma dos décimas de todo lo que yo hacía, comía, vestía, etc. A parte, tenían la absurda ventaja de que no necesitaban ni siquiera verse en persona para poder comunicarse, cosa que yo tendría que aprender a hacer pronto si no quería tener una vida monótona y aburrida, sufriendo la existencia de Deborah y sus plagas.

Lukas llevaba sin hablarme desde que le confesé que en mi pesadilla había salido su padre, lo que no tenía ningún sentido para mí.

-Bah, tranquila, Rose. No es nada malo que el hombre que quiera matarte, sea el padre de tu mentor, de la única persona que te puede ayudar cuando te da un ''síncope''. - Como yo lo había bautizado.

Así que ese día, exactamente una semana y dos días después de quemar mi cama y parte del escritorio (gracias a Dios que el armario en el que tenía todas mis cosas salió intacto), estaba totalmente decidida a preguntarle a Lukas por su comportamiento.

Llevaba ya casi 10 minutos buscando a Boo, que tras la noche del incendio, había estado al cuidado de Anabel. No me gustaba mucho dejarlo suelto por la academia, teniendo en cuenta que la principal norma para tener animales era que no se interpusieran en el camino de nadie.

-¡Boo!- Me puse a gatas, mirando por todos los rincones de la sala común donde cupiera el dichoso gato.- ¡Ven, estúpido minino! Como me la cargue por tu culpa vas a desear no haber na...

En el último sillón de la estancia, estaba el gato con un enorme Husky negro, tan enorme, que tenía miedo de que se lo fuese a comer de un bocado. Me acerqué despacio, para no asustar a ninguno de ellos, y para cuando llegué junta al sofá que me daba la espalda, vi unas deportivas negras y grises que solo podían ser de una persona. Me apoyé en el respaldo del sofá y me asomé para ver a Lukas, con los ojos cerrados y los auriculares puestos, tumbado sobre toda la superficie del sillón.

Acerqué mi cara a la suya para averiguar si realmente estaba durmiendo. Resultaba casi imposible, ya que desde ahí podía oír la canción GENERATION que estaba escuchando. Poco después se disiparon mis dudas, ya que abrió los ojos tan súbitamente, que la visión de su iris ceniza me cortó la respiración. Me eché hacia atrás rápidamente y se me subieron los colores.

Su expresión apenas mostraba nada, entornó los ojos y se levantó. La parte de atrás de su cabeza, sobre la nuca, tenía el cabello un poco aplastado por la siesta. Se quitó los auriculares y chasqueó los dedos corazón y pulgar para que acto seguido, el enorme Husky se acercara caminando. Pegué un leve salto al notar la presencia de Boo, que ronroneaba en mi hombro, restregando su cabeza por mi mejilla. Le di un leve manotazo para que parase.

-Hoy no has ido a clase. - Intenté sacar tema de conversación.

-¿Acaso importa?- Ni siquiera se dignó a mirarme. Siguió sentado en el sillón, acariciándole la cabeza al perro lobo. Decidí sentarme a su lado, ya que él no parecía muy dispuesto a participar en el diálogo.

-¿Es tuyo?- al preguntarle, el perro se me acercó sigilosamente y me miró con sus bonitos ojos bicolor. Alcé una mano para tocarlo y agachó la cabeza. Tenía el pelaje tan suave...

-Se llama Dess. Y creo que le has caído bien. - Le miré y me encontré con su mirada, tan dura como una puerta de acero que te cierran en las narices.- No ibas a ser tú la única en tener un animal.- Eso último lo dijo con un tono amargo.

-Lukas, yo...- Cogí aire para poder explicarme, poder preguntarle por su padre, su pasado, poder saber más cosas sobre él. Lo veía justo, ya que todo el mundo en la maldita academia se sabía mi vida como el Padre Nuestro. Pero se quedó todo en mi lengua.

-Déjalo. Se levantó del sillón y me dejó ahí, con la palabra en la boca, mientras que Dess lo seguía.

Cerré la boca y comencé a acariciar a Boo, que había observado la escena con atención.

Por lo visto, hay alguien que me gana en testaruda y rencorosa.- Hablé con el gato. ¿Hablé con el gato? Joder, cada día me sentaba peor el desayuno.

-¿Alguien más testarudo que tú? No me lo creo.- Esa voz...

Me ré y casi salto de alegría al verlo allí parado, tan risueño como siempre, con el pelo sin peinar y los enormes cascos de música sobre su cabeza.

-¡Ricco! - Alzó los brazos y no dudé ni un segundo en ir a abrazarle. Creo que ese había sido el abrazo más cálido que me habían dado hasta ahora.- Dios, qué alegría verte, creí que no volvería a ver a nadie de mi antigua vida y yo...- Cogí aire y me separé un poco de él.- ¿Has visto a mi tío? No sabes lo raro que es esto, que no soy humana, que en realidad...- Me lo pensé dos veces antes de decirle nada por si rompía la regla número 3. Me miraba a los ojos fijamente.- Es increíble que estés aquí. Por fin alguien que trae noticias del...- Me besó.

Me quedé parada. Su mano, que antes había estado en mi espalda, abrazándome, se había deslizado hasta mi cintura y me apretaba contra él. Y me besaba. Yo mantuve los ojos abiertos todo el rato. De la sorpresa. Y seguía besándome, suave, pero insistente. Creo que verdaderamente, no fui consciente de que me besaba hasta que, cuando quise frenarlo, el beso ya había acabado.

-Yo también te echado de menos, Rose. Cada momento.- Creo que esa fue la frase más pastelosa que nadie me había dicho hasta el momento. Ahí fue donde prácticamente la cagó, porque toda la ilusión que yo había tenido al verle, se había esfumado. Se me fue el santo al cielo, para colmo de males, cuando detrás de él, a 5 o 6 metros, estaba Lukas. Observando toda la escena con una expresión inescrutable en el rostro. Sus ojos eran más fríos que nunca. Se giró y esta vez sí que echó a andar fuera de la estancia, para no volver.

-Esto...yo...Ricco...- No sabía que decirle. Quité su mano de mi cadera y le insté para que se sentara en el sofá.- Ricco, este es Boo. Boo, tu nuevo amigo, Ricco.- El gato saltó y bufó a Ricco, que pegó un leve salto y que después soltó una carcajada desconfiada, ignorando al gato, que lo miraba como su presa.- En seguida vuelvo. No te vayas.- Y salí corriendo detrás de Lukas antes de que se le ocurriera decir alguna que otra frase cursi como '' te esperaré contando los segundos que faltan para que vuelvas a mi lado''

Salí del vestíbulo, para ver que Lukas ya no estaba y que el ascensor estaba ocupado. Genial, pensé. Comencé a subir las escaleras, que eran más de las que yo me hubiese podido imaginar, y para cuando hube llegado a la cuarta planta, donde estaba la habitación de Lukas, yo había perdido las calorías de el desayuno de hoy, de ayer y de la primera papilla.

Me agaché apoyando las manos en mis rodillas para poder respirar en un ritmo normal, y cuando alcé los ojos, el pasillo estaba totalmente vacío. Busqué la habitación de Lukas, que compartía con Heath, con la mirada y llegué hasta ella como una exhalación. Toqué la puerta, pero como era de esperar, no me abrió nadie.

-Lukas, por favor, abre la puerta, sal o déjame entrar, pero deja de hacer ya el gilipollas. - Un chico que paseaba por ahí se me quedó mirando raro. Bajé el tono de voz.- Tenemos que hablar.

La puerta se abrió, y Lukas salió de la habitación como si yo no estuviera ahí.

- No hay nada de lo que hablar. Ya está todo dicho.

-No.-Le agarré de la manga y lo obligué a girarse. Entornó los ojos, desafiante. – Me vas a escuchar. – Le solté la manga. Estaba cien por cien segura de que no sería capaz de girarse de nuevo. - ¿Me quieres explicar por qué mierda, no me hablas? Me gustaría saber si es cierto que tu padre es…

-Sí. Sí que lo es. Mató a mi abuelo para poder matar a mi madre, que estaba embarazada de Heath. Conseguimos evitarlo, y la rabia de no poder salirse con la suya, hizo que me secuestraran. ¿Ves esto? – Se levantó la camiseta dejando ver una enorme cicatriz entre el ombligo y la costura de los calzoncillos. – Intentaron matarme, pero no lo consiguieron. ¿Sabes por qué? –Tragué fuerte saliva.- No. Claro que no lo sabes. Tú no sabes nada. No te importa nada ni nadie.

Zasca. Fui incapaz de resistirme, y para cuando me di cuenta de que le había pegado, ya era demasiado tarde. La marca de mi mano se extendió por su mejilla izquierda, dando lugar a un enorme moratón. No me arrepentí.

-Me importas tú, imbécil.

Sus ojos denotaron sorpresa. Se esperaba tan poco como yo que le respondiera eso. Pero lo que yo no me esperaba era que su mano me enganchase del cuello de la camiseta y me arrastrara hasta su altura para poder besarme.

Sus labios eran tan fríos como el mármol, pero eran suaves, sin nada de dureza, cosa que podía significar: o que realmente quería besarme, o que estaba poseído.

Se separó de mi cara unos centímetros para poder respirar y me soltó de la camiseta. Mis pies tocaron completamente al suelo.

-Yo…- Intenté hablar, pero no me salían las palabras. Aún sentía como carámbanos de hielo en mi boca. Menta fresca, eucalipto…

-Ni se te ocurra compararme con ese vendedor de discos anticuados.- Soltó. Me dio un pico que me sorprendió tanto como el primero y me rodeó para marcharse.

-No pensaba hacerlo. – Lo dije lo suficientemente fuerte como para que lo oyera mientras se alejaba.

Y yo me quedé allí, parada, oyendo su respuesta en forma de risa de fondo, y derritiéndome. Literalmente, claro.

5 de enero de 2011

Capítulo 14.

- El objetivo ha sido eliminado. Pero hemos tenido algunas bajas.

- No me preocupan las bajas. ¿Habéis conseguido la chica?

-No estaba en la casa. Coild la buscó en la planta de arriba, pero para cuando se percató del incendio, ya era demasiado tarde. Nosotros ya habíamos salido de la casa y no había tiempo de volver a por él.

La mujer se levantó y se colocó frente a la mesa en la que se encontraba el otro hombre. Parecía el jefe. Un hombre calvo, con cara de malas pulgas, lleno de collares, joyas de valor incalculable… Con unas grandes y horribles uñas repiqueteando fuertemente al ritmo de un tambor en la mesa. Se levantó y cogió del cajón del escritorio un trozo de papel desgastado.

-¿Qué es?- La mujer hizo amago de acercarse a husmear, pero el hombre calvo le retiró el papel de su alcance.

-Nada de tu incumbencia. Si no hubieseis perdido a Coild, todo esto sería mucho más fácil…

-Señor, si Coild hubiera prestado atención a nuestra llamada, no hubiéramos tenido que matarles para nada. La chica no estaba, podríamos habernos hecho pasar por alguna agencia de viajes. Ahora, por su culpa nos siguen la pista.- La mujer estaba a punto de añadir algo más, pero entró en la estancia un hombre más. Era el otro, el que mató a mi padre. Se me subió la sangre a la cabeza.

Estaba de pié en una esquina, pero nadie me veía, nadie acaparaba su atención en mí.

Mi cabeza estaba a punto de estallar, no podía moverme, ni llorar, ni gritar, no podía
ni sabía siquiera si estaba respirando.

-Señor, siento el retraso.- El hombre se inclinó levemente antes de tomar asiento en el sitio en el que antes estaba situada la mujer.

-Llegas justo a tiempo, Krause.- El hombre calvo le dio un sobre para que lo leyera.

-¿Qué es esto?- Krause cogió el papel atentamente mientras el señor calvo guardaba en un cajón aquello que no había dejado leer a la mujer. Antes de comenzar a leer, el jefe comenzó a explicarle.

- El no haber conseguido a la chica nos lleva a un punto libre y lejos de nuestro alcance. Nebilus y Helena se encuentran en la escuela, aunque ésta permanezca cerrada.- Se tomó una pausa para coger aire. En esa pausa me percaté de que podía caminar.- No podemos atacarles, es demasiado arriesgado, ya que aunque esté cerrada, tienen todo un blindaje de alumnos expertos en su interior.

- Pero señor.- Discrepó la mujer.- Nebilus está ya anciano y débil. Apenas podrán protegerlo. Si lo elimináramos del mapa, todo sería mucho más fácil.

- Y además, su hija Helena está en gestación. Es un punto fácil de eliminar.- Añadió Krause.

- ¡Silencio! – Golpeó la mesa de madera provocando un leve salto por parte de Krause y un grito de la mujer. Pasados unos segundos de calma, se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la habitación.- No vamos a eliminar a nadie, ¿entendéis, inútiles?

-Pero, señor…

-¡Nada de peros! Lo único que me preocupa es que Helena se entere de esto, de la estupidez que habéis cometido.- Se sentó de nuevo mientras volvía a abrir el cajón y sacaba de nuevo el papel. Me acerqué rápido hasta él, pero cuando estaba a punto de ver lo que era, lo escondió entre unos folios. Era una foto. Me situé detrás del hombre calvo cerciorándome de que no podían verme.- Cuando Helena y su padre se enteren de que la Delphos del fuego ya se ha manifestado, tan solo querrán tenerla en su ejército. Y entonces sí que estaremos fuera de combate.

Todo se quedó en silencio, la mujer murmuró un leve ``con permiso ´´ y salió de la habitación. Krause se quedó en silencio terminando de leer el dicto que tenía en sus manos. Acto seguido se lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta y se marchó.

Me senté en el sitio en el que estaba Krause y observé como el hombre calvo se levantaba de su asiento, entornaba las persianas y con parsimonia, salía de la habitación. Me acerqué con urgía a su mesa y comencé a rebuscar entre los folios que antes había estado usando y encontré la foto.

En ella aparecía el hombre calvo, que en aquellos tiempos no era calvo, si no que tenía una mata de pelo castaña revuelta y unos enormes y afables ojos dorados. A su lado…

***

- ¡ROSE!

Me desperté sobresaltada. No veía nada, todo estaba lleno de…¿humo? Intenté levantarme, pero al instante noté como el aire negro y denso penetraba en mis pulmones y no me dejaba respirar. Comencé a toser.

-¡Rose, sal de ahí ya!- Reconocí la voz como la de Eva.

-¡Tirad la puta puerta al suelo!- Ese era Lukas.

No podía hablar, estaba tosiendo como una posesa, y apenas el picor de la garganta comenzaba, el aire no entraba por mis pulmones, como si de un tapón de carbón se tratase. Rodé por la cama para intentar gatear por el suelo, pero por lo visto, el no ver nada me hizo calcular mal porque me caí y me golpeé la cabeza, lo que me hizo soltar un alarido.

-¡Rose!- ahora parecía Anabel, pero apenas podía confirmarlo.

Me toqué la cabeza, empapándome la mano de algo líquido. Genial, ahora estaba sangrando, pero parecía que podía respirar mejor desde ahí abajo.

-¡Eh!- Tosí.- ¿Alguien puede apagar el fuego?- Grité.

Tardé un rato en comprenderlo, en que en realidad, el fuego lo había provocado yo. Intenté taparme un poco los ojos para ver algo, y casi me muero cuando vi el fuego en la litera de arriba. ¿Cómo es que no se había quemado mi cama, en la que estaba durmiendo?

-¡Rose, voy a tirar la puerta, apártate de ella!- Era uno de los gemelos el que hablaba ahora, pero ni aun sin tenerlos delante, sabría decir si era Colin o Dean.

Intenté arrastrarme por el suelo hacia la puerta del baño, pero el humo había inundado prácticamente toda la habitación y apenas podía respirar. Una especia de asma me inundó el pecho, me apoyé en una pared lo más lejos posible de la cama y me quité la camiseta, me la puse sobre la boca e intenté respirar sin éxito. Y entonces caí. Boo.

- ¿Boo?- Intenté levantarme y comencé a tantear las cosas sin ver apenas.- Ven, minino. ¿Dónde demonios te has metido?

Cuando ya había perdido la esperanza y las piernas me flojeaban, me dediqué a intentar encontrar el camino de vuelta, pero antes de que lo consiguiera, me caí al suelo, sin poder respirar.

Oí un enorme estruendo y minutos después, alguien me sacaba en brazos de la habitación. Cuando me apoyaron junto a la pared, oí miles de murmullos, de gente amontonada. No me atrevía a abrir los ojos, por el escozor y la sensación de sangre en la cabeza.

-Rose, estás bien, estás a salvo.- Lukas me tenía cogida de la mano y con la otra mano, me sujetaba la mejilla, aplicando un agradable frío que yo agradecía. Que ¿cómo sabía que era Lukas? Ni yo misma lo sé.

Abrí un poco los ojos. No me sorprendió nada ver a Boo sobre el hombro de Anabel, que me miraba con cara de preocupación.

-Estoy…bien. –Murmuré como pude.

Se oyó un suspiro de alivio mientras la gente se iba dispersando. La mayoría fueron a llamar a la señora Tays o a Helena. Pero debía ser ya muy tarde.

-Rose…Estabas soñando. Has debido de tener una pesadilla o algo. Iba a llamar a tu puerta cuando he visto el humo salir de bajo tu puerta. Te he gritado, pero no oías, no te has dado cuenta. Estaba preocupado.- Abrí los ojos lentamente y me giré para mirarle.

-Gracias.- Dejé escapar unas cuantas toses. Él rió levemente.

-Tengo que protegerte, para algo soy tu mentor.- Sonreí como pude.- Tienes ceniza…-Pasó su mano por mi mejillas, limpiando los restos. Nos quedamos en silencio, mientras le miraba fijamente a los ojos. No tenía ganas de apartar la vista, era demasiado acogedora la forma en que me miraba… Y entonces, me acordé.

-Lukas.- Volvió a la realidad y se miró la mano que acababa de apartar de mi rostro.- Tu… El… El director de… O sea…- Cogí aire.- Tu padre.- Su mirada se alarmó.- Tu padre es el jefe de los Éxodos.

Ahora no me miró. Se limitó a levantarse de mi lado y pegarle una patada a la pared que hizo que saltara la pintura. Me estremecí.

7 de diciembre de 2010

Capítulo 13.

-Llego tarde, llego tarde… ¡Llego tarde!

Aparté un montón de ropa del armario hacia un lado para ver su interior. ¿Dónde estaban los vaqueros gastados cuando se necesitaban? Al final opté por unos oscuros que había sobre la silla, los del día anterior. Me puse la camiseta sobre ellos y la chaqueta de cuero negra. No tuve tiempo de meter las cosas en la mochila, por lo que cogí un bolígrafo y lo metí en mi bolsillo a la vez que agarraba la carpeta en la mano. Le rasqué la cabeza a Boo, que estaba sentado sobre el escritorio, admirando mi falta de tiempo con sus enormes ojos verdes. Dejé la puerta entornada y salí pitando.

La clase de Lectura Intensiva (sí, es tan patética como suena.), no tenía apenas sentido. Había que sentarse hora y media, con un libro que repartía el profesor y hacer un mini examen tipo test para comprender la lectura. Una clase de relleno, básicamente.

Y además, daba la casualidad de que esta clase, no era en la academia. Era en la biblioteca, una enorme sala tras el edificio principal. Mucho más lejos.

Salí al exterior prácticamente corriendo y el frío me azotó los ojos. Fruncí el ceño, teniendo en cuenta también el Sol que siempre reinaba en el cielo. Estúpido inventor del clima meteorológico.

Entré por la puerta principal corriendo y me choqué con alguien. Era un chico, porque en vez de caerse él, su cuerpo me propulsó hacia atrás. Caí de espaldas al suelo.

-Dios, mi espalda…- Me quedé sentada en el suelo, mientras cerraba los ojos del dolor.

- Lo siento, me habría apartado de saber que venías corriendo.- Me ofreció la mano. La tomé y me levanté. Al instante me di cuenta de que no tenía la libreta.

- Y mi…- Comencé a mirar por el suelo. Luego la vi, tras la puerta. Iba a cogerla cuando alguien la tomó entre sus manos y las estiró para que yo las cogiera. La cogí y era… ¿el mismo chico? Enarqué una ceja y me giré a donde antes, y efectivamente, ahí estaba el otro. Me volví a girar, y así tres o cuatro veces hasta cerciorarme de que no era un espejismo.- ¿Sois gemelos no?

-Dean.

-Yo Colin.- Éste se colocó al lado de su hermano y pude comprobar que eran idénticos.

-Yo soy Rose.- ¡Anda! ¿Desde cuando era yo tan sociable? Estaba descubriendo una faceta oculta de mí.

-Lo sabemos.- Dijo Dean. ¿O era Colin?

- La nueva.- Definitivamente, ese era Dean.

-¿Rose?- Heath apareció por una esquina. Llevaba unos vaqueros negros y una chaqueta de forro gris oscura. Tenía todo el pelo en una cresta despeinada.

-Heath, menos mal.

- ¿Dónde estabas? Anabel y Eva te han estado esperando durante media hora en el comedor. No has desayunado y encima llegas tarde.- Me estaba riñendo delante de la gente. Menuda vergüenza.

-No puse el despertador, y me he levantado tarde. Lo siento.

Se pasó una mano por la frente. Realmente parecía preocupado. Me cogió del brazo y me arrastró por el pasillo. Me giré para despedirme de los gemelos con un gesto de mano, mientras luchaba por no caerme.

-¡Eh! ¿A qué viene tanta prisa?- Al fin paramos.

-Hoy ha habido una pelea.- Me susurró. Nadie a nuestro alrededor parecía estar pendiente de nosotros.- Unos Éxodos novatos entraron en el campus en la madrugada. Acosaron a unas Delphos de primer curso que estaba en la fiesta de la fraternidad hermana. El novio de una de las chicas les atacó con sus poderes. Hemos estado a esto- hizo un gesto con las manos- de armar una buena.

-Ya, pero…¿Qué pinto yo en todo esto?-Alcé las cejas.

-Pues que si llega a pasar, tú apenas hubieras estado preparada.

- Hubiera muerto.- Me encogí de hombros.- Nada nuevo, teniendo en cuenta la cantidad de estupideces que me están enseñando ahora…

Lukas apareció en ese momento, arrastrando a un chico menudo de pelo largo del cuello de la sudadera.

-Escúchame bien, inútil.- Lo estampó contra la pared mientras todos lo mirábamos callados.- Si vuelves a entrar en este recinto sin un permiso, te juro que te congelaré tanto el cerebro que tendrás que darte calor con un secador durante el resto de tus días. ¿Me has entendido?

El chico le miró asustado y se retorció mientras Lukas lo dejaba en el suelo. Salió corriendo como alma que lleva el diablo. Lukas se giró y me saludó con la mano. Se apoyó con una mano en el hombro de Heath y le dijo algo al oído que no entendí. Se miraron lentamente a los ojos y se acercó a mí.

-Vamos.- Me cogió del brazo y comenzó a tirar de mí como había hecho Heath antes.

-!Hey!- Me quejé.- ¿Qué demonios os pasa a todos hoy? ¿Teneís complejo de cuerda en tensión?- Lukas me miró raro, pero no dejamos de caminar.- No, es que como todo el mundo me tira del brazo, ya me estoy empezando a plantear la opción de la amputación...

-Verás, como supongo que ya te habrás dado cuenta, si voy a pegarte ahora mismo...- Le interrumpí.

-Cosa que por tu bien, no deberías hacer, si no te quieres ganar una patada en...- Ahora me interrumpió él.

-Calla y escucha.- Estábamos atravesando el campus de atrás de la academia. Entramos en ésta y salimos al campus principal.- Como te habrá dicho Heath, estamos teniendo problemas con los novatos de las escuela Dexter.- Abrí la boca para hablar, pero olvidé que no podía interrumpirlo. Aún así, el me calló y al parecer, me leyó la mente porque contestó a mi pregunta imaginaria.- Exacto, nosotros tenemos una escuela para aprender a defendernos, y los éxodos tienen una escuela para aprender a atacarnos.

-Qué educativo, oye.- murmuré con ironía.

Dejamos de caminar y me soltó el brazo. Estábamos en medio del césped. Se podía considerar un auténtico campo de fútbol multiplicado por 5, aproximadamente.

-Deja la chaqueta y el bolígrafo junto al árbol y acércate. Vamos a empezar a practicar en serio.

Me adelanté a él y le di la espalda mientras caminaba hacia el árbol. Me quité la chaqueta de cuero negro y me quedé en manga corta. Hacía frío, pero...Demonios, soy una Delphos Pirotécnica, ¿cómo quedaría mi estatus si me quejaba? Dejé el bolígrafo en un bolsillo de la chaqueta. Y antes de que me diera la vuelta, oí un ruido sordo.

-Lukas, ¿qué estás planeando? Apenas llevo 3 semanas y...- me giré.

Un tío de dos metros de altura, robusto como un armario, aproximadamente de nuestra edad (aunque aparentara como 5 años más), con unas Ray-Bans de espejo le acababa de asestar un puñetazo en la cara a Lukas.

-¿Me has oído CUBITERA? - Se agachó hacia el suelo, donde estaba Lukas, con los ojos
cerrados y aparentemente inconsciente.- Si vuelves a tocar a mi hermano te prometo que te saco los ojos. ¿Te enteras?- Me acerqué a paso ligero y le empujé. Apenas conseguí moverlo, tan solo que se tambaleara un poco, lejos del alcance de Lukas, pero esa era la intención. - ¿Qué te piensas que estás haciendo, GÓTICA DE MIERDA?

-Repítelo.- Me puse delante de Lukas, mientras que el armario empotrado se acercaba.- Repítemelo si tienes agallas.- Sonreí, aunque estaba confiada en que me iba a matar.- Acércate y repítemelo, a la cara. Venga.

Hinchó los orificios de la nariz. A su espalda estaba el crío al que Lukas había advertido, y a cada momento, más gente que se iba acumulando atenta a la pelea. Se acercó hasta a mí y cuando estuvo a menos de un paso, me sopló en la frente. Esa fue la gota que colmó el vaso.

-¿Sabes...cuanto...tiempo...he...tardado...en...alisarme...el...FLEQUILLO?- Noté como se tensaba. ¿Estaba asustado?- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de una GÓTICA DE MIERDA?- imité su tono de voz.

Y ahí fue cuando me miré reflejada en sus Ray-Bans. Yo, que me había preocupado por mi flequillo. Todo mi pelo estaba volando, flotando en el aire, no sin añadir que era como si estuviera perfilado en llamas. A esto hay que incluir que mis ojos ya no eran verdes, sino que eran rojos y negros. Probablemente mi cabeza era una enorme bola de fuego. Ahora tenía muy claro que este tipo me tenía miedo. Me concentré en mi mano, pero tan solo conseguí incendiar mi dedo índice. Bueno, con eso bastaría.

-Mira.- Me acerqué a él. Casi podía oler su aliento y escuchar su rápida respiración.- Realmente, puedo metértelo por la nariz. ¿Quieres probar?

Escuché las risas de algunos Delphos. Esto le provocó aún más. Sacó de su cinturón una especie de daga tallada, y debido a la cercanía de nuestros cuerpos, deduje que me iba a matar.

-Joven, ni se te ocurra sacar ninguna de tus sucias armas cerca de un Delphos.- Helena, la madre de Lukas, apareció tras el chico. Llevaba un vestido corto negro, sobre el cual llevaba puesta una gran túnica verde oscura. Me gustaba esa túnica. Le quitó la daga al armario empotrado sin que éste pudiera remediarlo dado que la velocidad de una Delphos veterana era un 6.1% superior a la de un guepardo. Sí, aunque no lo parezca, atiendo en clase.- Rose, haz el favor de llevarte a Lukas a la enfermería, que lo vea la Sra. Tays. Yo me ocuparé de este éxodo.- Asentí con la cabeza y me giré a ver a Lukas.

Creo que me sentí aún peor que él. Estaba tumbado boca arriba, con una mano en el ojo izquierdo. ¿Por qué los tíos siempre apuntan al ojo izquierdo? Si alquien me pegara en el izquierdo lo mataría. Después de lo que tuve que pasar para hacerme el tatuaje de la estrella...

-Eh, Lukas.- Abrió el otro ojo.- Vamos, tenemos que ir a la enfermería.- Hay que ponerte algo ahí.- Le toqué la mano helada, y se la quité del ojo para vérselo mejor.- Puff... Esto tiene muy mala pinta. Creo que se está hinchando.

-Oh, gracias por el diagnóstico, creo que eso me ayuda.- Su tono de voz me hizo reír. Le cogí del brazo y le ayudé a levantarse.

Le cogí del forro de la chaqueta y caminamos todo el rato yo delante de él. Cuando llegamos a la enfermería, la Sra. Tays lo tumbó en una camilla y para mi asombro, le colocó un chuletón en el ojo. Cuando ésta salió por la puerta, no pude más que reírme.

-¿Qué te hace tanta gracia? No podré volver a abrir el ojo hasta dentro de dos o tres días...- Hizo un gesto de dolor. Cogí una silla y me senté a su lado.

-Qué pena. No podré disfrutar de el precioso color de tus ojos durante 48 horas... Tranquilo, creo que lo soportaré.- Giró la cabeza a malas penas y soltó una breve carcajada.- ¿Te duele mucho?

-No.

-Va, no te hagas el duro, sé que te duele.-Arrugué la nariz. Tenía que ser realmente molesto que te pusieran un bistec en la cara.

-¿Para qué preguntas, entonces?- Dobló una pierna.- Creo que no va a hacer falta que te de clases de lucha. Sabes defenderte bien tú solita.

-¿En serio?- Me hinché de felicidad.

-NO.- Me desinflé de golpe. Enarqué una ceja y rió.- Te has colocado demasiado cerca de él, lo que quiere decir que si mi madre no hubiera aparecido, lo más probable es que estuvieras muerta.

-Y tú con un ojo morado y quién sabe qué más.- me levanté de la silla y la dejé en su sitio.- Si no hubieras estado mirando a las nubes...

-Si no te hubiera estado mirando, querrás decir.- Me miró con el único ojo libre y creo que comencé a sentirme como un pollo en el asadero.

Afortunadamente, no me salvó la campana, sino la señora Tays, que apareció con una jeringuilla cargada hasta los topes.

-Buena suerte, Lukas.- Le susurré. Puso cara de pánico. Me reí.- Señora Tays, creo que está delirando. No tenga piedad y póngale una buena dosis de lo que sea que es eso. No creo que lo note.

Miré a Lukas. Éste me miró y salí de la enfermería despidiéndome con la mano. Me dio un escalofrío y me puse la chaqueta de cuero. Aunque en realidad, por dentro era todo un núcleo de fuego condensado, deseando salir.

7 de noviembre de 2010

Capítulo 12.

La cesta de Boo estaba situada en el lateral derecho de mi cama. A partir de ahora pasaría todos los días levantándome con el pie izquierdo. Anabel me había dejado colocarla en la habitación, a ella no le importaba. Heath había conseguido una especie de ley sobornando a su madre, que dictaba que se podían tener animales en la academia, siempre y cuando no interrumpieran el transcurso de las clases.

Me levanté de los pies de la cama, donde me había sentado un momento para hacer mi intervención mental. Me dirigí al aseo.

El servicio no era lo que se dice un pedazo de aseo. Tenía una bañera antigua un poco cutre, todo hay que decirlo, un lavamanos, sobre él, un espejo. Y un WC. Lo normal.

Si tenemos en cuenta que Anabel apenas se maquillaba y que supongo que iría a otro aseo, comencé a pensar en apropiarme de él. Salí del baño y comencé a rebuscar entre mis pertenencias. Cogí un pequeño neceser con el cepillo de dientes, un jabón para la cara, dos lápices de ojos (uno negro y otro verde, por si lo dudabais) y una pequeña cajita de hilo dental. En la otra mano llevaba un albornoz negro. Me costó encontrarlo en las tiendas, era muy extraño encontrarlos teniendo en cuenta que era un albornoz… gótico. Literalmente, claro.

Cuando guardé el neceser en un cajón portátil y la toalla en una percha tras la puerta, descorrí la cortina de la bañera para descubrir que en su interior había una esponja embalada, dos botes de Gel de Almendra y uno de Champú de coco y menta. Guay.

Salí pronto del cuarto de baño. Fue una ducha exprés. Me dejé el pelo suelto, me puse unos pantalones verdes y una sudadera gris y salí de la habitación, cerrando con suavidad la puerta, para no asustar a Boo. (Qué irónico)

Comencé a caminar por los pasillos, con una pequeña bandolera negra en la que llevaba una libreta pequeña y unos cuantos bolígrafos, para apuntar las cosas que me hicieran falta. Hoy había quedado con Lukas y Anabel, para intentar tomar nota sobre lo que tengo que hacer si pasa algo. Y sobre si utilizo mi poder y me pasa la cosa esa del mareo.

Salí de la Academia, retrocediendo un poco al cruzar el umbral porque la luz del sol me golpeó en los ojos.

-Maldito día.- sí, siempre me habían gustado los días lluviosos, y por lo que veis, mi debilidad no era el sol precisamente. Y no soy un vampiro, que conste.

En la zona de césped había una gran cantidad de personas, almorzando, leyendo, o simplemente, tomando el sol tumbados sobre la hierba húmeda. Vi bajo un árbol a Lukas, con las piernas cruzadas y, cómo no, con los auriculares puestos. De pié estaba Anabel, que me saludaba con la mano. Anduve hasta su posición.

-¡Hey, Rose!- Anabel iba vestida con un vestido negro y unas medias rosas, mas unas botas con chapitas plateadas. Se había puesto un pasador lila en el colorido pelo.- ¿Qué tal has dormido?

-Bueno, podía haber sido mejor. –Sí, es cierto. En sosa no hay quien me gane.- Hey.- Saludé a Lukas.

-Hey.- Por lo visto, a Lukas tampoco lo ganaba nadie.

Tomé asiento en el césped. Anabel se sentó a mi lado y sacó una pequeña carpeta de nosedonde, y comenzó a escribir cosas.

-¿Qué escribes?- Me asomé por encima de su brazo.

-¿Qué?- miró a Lukas, que se había quitado los auriculares.- ¡Es cierto!

Comenzó a reírse. Yo enarqué una ceja y miré a Lukas, que la observaba con la misma incredulidad que yo.

-Se supone que los Delphos podemos comunicarnos sin hablar.- Me explicó.

-¿Qué dices?- Abrí los ojos.-¿Estabas hablando?

-Sí. Había olvidado que tú todavía no sabes.- Me sonrió un poco, pero apenas lo vi.

¿Iba a poder hablar con la gente sin…si hablar? Vaya, realmente era lo que se dice, una RARA. Anabel se terminó de reír y soltó un breve ``lo siento´´. Me encogí de hombros y saqué mi libreta, junto con un bolígrafo morado.

-Está bien. Copia.- Abrí el cuaderno y comencé a anotar.- Los Delphos nunca deben ir solos.
Estamos en peligro, por lo que ir solos nos expone a que nos capturen, nos utilicen para sacarnos información, o simplemente, nos eliminen.- Me estremecí, pero no dejé de copiar.- Un Delphos no debe utilizar su poder delante de un humano. Es un pacto universal que si rompes, se pena con la destitución.

-¿Qué es eso?

- Normalmente,-explicó Anabel.- no suele haber muchos Delphos que hagan esto. La mayoría de los que lo hacen es porque, o bien están muy vinculados con ellos, si son tu familia y todo eso, que en ese caso no se pena. O si te enamoras de un humano. Te destituyen dejándote a merced del día a día, porque tú renuncias al poder. Si un Éxodo te captura, es cosa tuya.

-Supongo que un Éxodo, serán los que mataron a mis padres.

-Exacto.- Terminé de apuntar las notas y miré a Lukas, que acto seguido continuó hablando.

-El objetivo principal de los Delphos es proteger la especie y acabar con aquellos que quieren extinguirnos. Regla fundamental: Si un Éxodo se interpone en tu camino,-me miró triste.- acaba con él. –Me pregunté si él habría matado a algún Éxodo en sus 18 años de vida.

- Regla número 2: Nunca te enamores de un Delphos.- Prosiguió.

-Espera, espera…- Le paré.- Si no puedes enamorarte de un Delphos, ni tampoco de un humano… ¿De quién te puedes enamorar? ¿De Boo?-Puse un tono irónico, pero no sonrió.

- En tu caso, no deberías enamorarte. Porque eres una Delphos ancestral.- Me explicó. Miré de reojo a Anabel, que escribía como una loca, aunque supongo que todo esto ya lo sabría.- El enamorarse de un Delphos, solo puede provocar que ames más a esa persona que a tu especie. Pero tú, si eliges a una persona antes que a la especie, te extinguirás.

- Vale, me acabas de decir que mi vida va a ser absurda y monótona.

-Sí, pero sólo si eres una cobarde y no arriesgas.- Me soltó. Enarcó una ceja. ¿Eso iba con segundas?

-Lo siento, ``cobarde´´ no entra dentro de mi vocabulario siniestro.

-¡Anabel!- Heath estaba al otro lado del campus y chillaba como un poseso.

- Me voy chicos. Nos vemos luego.- Me sonrió y echó a Lukas una mirada para excusarse. Recogió sus cosas en un visto y no visto y salió corriendo a los brazos de Heath.

Me levanté y cogí asiento al lado de Lukas. Éste se había puesto un auricular.

- ¿Algo más?

- Por hoy es suficiente. Después de clase, si quieres te diré algo más. Pero creo que ya te he causado un trauma. ¿O me equivoco?- Enarcó una ceja, al igual que yo.

- No voy a poder enamorarme, ¿no? – En realidad me producía una pizca de tristeza.

-Claro que puedes.- Me miró con sus ojos plateados y me sonrió. Le devolví la sonrisa. Acto seguido se puso el otro auricular y cerró los ojos, pero no sin antes añadir: - Puedes enamorarte de quien quieras. Mientras que no sea el pesado de mi hermano, de quien tú quieras.

Sonreí.

5 de noviembre de 2010

formspring.me

Venga, vamos, pregunta, que acabo de merendar, y a esta hora no como. ;D http://formspring.me/LadyChopin

12 de octubre de 2010

Capítulo 11.

Lukas me agarraba por el brazo llevándome fuera de la estancia. Todos estaban histéricos, algunos de los alumnos (he de decir que me siento orgullosa de que no fueran todos) corrieron a ayudar a Deborah, a salvarla de las llamas que yo misma había provocado.

Para mi desgracia, no se quemó ni un solo pelo. Resulta (me podían haber avisado, la verdad) que el chico que estaba a su lado, su novio como yo había deducido, podía controlar no sé qué de las masas de la atmósfera y había creado una especie de campo de fuerza que había repelido mi ataque.

Y, gracias a mi ``gloriosa´´ actuación, ahora me dolía muchísimo la cabeza. Sentía como martillazos en las sienes, solo que en vez de martillazos, parecían estar dándome con un mazo gigante.

Conforme íbamos andando por los pasillos hacia no sé dónde, comencé a ver como el suelo se acercaba a mi cabeza.

-Lukas… ¿Por qué se está moviendo el suelo?- No tuvo tiempo de responder pues se tuvo que parar y hacer una fuerza tremenda para que yo no chocara contra la dura y fría superficie.

Me cogió el brazo y lo pasó por sus hombros. Pegó un leve saltito para cogerme las piernas y me llevó en volandas por otro pasillo. Cuando paró, yo apenas veía, escuchaba ni sentía nada. Era como si alguien me estuviera privando de los sentidos principales.

Lukas le dio una patada a la puerta y entramos. Era una habitación, y por lo que pude distinguir, no era la mía, por lo que supuse que sería la suya. Me apoyó en la cama y oí como empezó a rebuscar en algún cajón.

-No veo nada, Lukas.- Dije en un susurro.

- Aguanta un momento, Rose. Sigue hablándome. Tienes que mantenerte consciente, ¿vale?- Lo oía como una reverberación. Pero aun así le seguí hablando, aunque la lengua se me trababa.

- ¿Por qué… me pasa… esto?

Oí una especie de susurros. Como era de suponer, ahora no veía a Lukas, al igual que tampoco lo oía. Tan solo veía un fondo negro, y… purpurina de color plata. Vaya, esto era nuevo.

No sentía mis manos, ni tampoco otras partes del cuerpo. Tan solo comencé a notar algo al cabo de unos cinco minutos aproximadamente. Podía mover mis dedos, y sentía también picor en las rodillas. Intenté relajarme y pensar en cosas bonitas, pero… ¿En qué cosas bonitas iba a pensar yo? Si últimamente todo lo que me pasaba era malo.

Ahora noté una respiración, como un eco de la mía. Hice un leve esfuerzo por abrir los ojos, y como la mayoría de veces, me arrepentí.

Lukas tenía su frente apoyada en la mía. Sus ojos estaban cerrados y tenía una de sus manos en
mi nuca. Creo que en mi vida me había puesto tan colorada. Cerré los ojos por si acaso.

-Rose.

Los abrí de nuevo y para mi alivio, estaba sentado en un hueco de la cama, junto a mis pies. Me incorporé lentamente y me senté sobre sus cojines. Al instante me arrepentí.

-Joder, mi cabeza.

- Ten.- Me ofreció un vaso, como la primera vez que nos vimos. También me acordé de lo mala que estaba esa medicina. Pero me quitaría el dolor, por lo que la tomé toda de un tirón.

- Agh.- Sonrió ante mi repentino ataque de arcadas.- Gracias.

Se levantó sin decir nada y se acercó a mí. Me tendió una mano, yo la cogí despacio, fría como el mármol. Cogió algo de una caja y me indicó con un movimiento de cabeza que saliera del cuarto yo primero. Aún tenía un regusto a muerto en mi boca.

Salió y cerró la puerta sin echarle la llave. Se giró y me miró con esos ojos matadores.

-¿Te encuentras mejor?- Carraspeé un poco antes de hablar.

- Sí. Bueno, más o menos.- Comenzó a andar, le seguí.- ¿Qué…qué demonios ha pasado?

- Como me temía, tienes un efecto secundario en tu poder.- Hablaba como si realmente entendiese.- Aquella vez,- supe que se refería a cuando Heath me ``atropelló´´- te pasó algo parecido, ¿verdad?

- Bueno, sí, eso creo.- Entramos en el ascensor.- Creo que le prendí fuego a un pitillo por error. Pero para ser la segunda vez que lo hacía, al menos no creé mucho caos.

- Tienes razón.- pulsó el uno.- La primera vez que utilicé mi poder, le congelé la papilla a Heath.- Los dos reímos.- La segunda fue peor.

- ¿En serio?- No podía ni imaginármelo.

- Congelé al gato de mi vecina. Lo encontraron hecho un iceberg en el cubo de la basura.- No pude evitar soltar un bufido.- Lo de siempre.

-Claro, lo de siempre.- Sonó el timbre que anunciaba que ya habíamos llegado.- Normalmente yo suelo calcinar gatos cada vez que tengo la ocasión. Y lo haría más a menudo si no fuese porque me dan estos ataques repentinos.

Creó una sonrisa torcida que me recorrió las entrañas. Había conseguido que se me pasara todo el dolor de cabeza, realmente este chico era especial. Literalmente, digo.

Entramos en el despacho de su madre. Al igual que aquella vez en el tren, estaban Heath, Helena, Anabel y, ésta vez, se había sumado Eva.

-Rose.- Helena se acercó a mí y me puso una mano en la frente, cerrando los ojos. Me recordó a Lukas. A los 10 segundos se separó de mí.- menos mal que estás bien. Toma asiento, por favor.
Me senté en un pequeño sillón, al lado de Anabel, que llevaba puesto un vestido de peto negro, con unas Converse negras y unas medias moradas. Me sonrió.

-Hola.- La saludé.

- Rose. Como bien sabrás, y supongo que te habrá explicado Lukas,- su madre lo miró, pero como normalmente hacía, se había puesto los cascos y había desconectado.- Tienes un problema. Es una especie de repercusión por lo que haces. Cada vez que provocas un fuego, repercutirá en tu salud.

- Lo sé.- Asentí.

- El único capaz de hacerte desaparecer ese dolor es este momento es Lukas. Por ello te pido que no te alejes demasiado de él. Cuando aprendas a controlar tu poder regularmente, tu cuerpo se adaptará a él, por lo que esos mareos y desmayos repentinos desaparecerán.- Comprendí ahora por lo que mi mentor era Lukas. Su poder con el hielo podía contrarrestar el fuego. Sería el único capaz de vencerme y de salvarme en una guerra.

-Está bien.- Me limité a decir.

- Y ahora, tengo algo que deberías ver.- Helena cogió una caja de bajo su mesa y me la entregó. Era un poco pesada.

Sobre la caja había un pequeño sobre. Para Rose, ponía. Lo abrí.

Querida Rose.
Siento mucho todo lo que te está ocurriendo. Pero es la mejor opción para mantenerte a salvo. Los asesinos de tus padres andan sueltos y no puedo dejar que te expongas. No soportaría que nadie más de mi familia saliera herido. Espero que te guste la academia, es lo más seguro para ti. Espero que comprendas mi situación.
Posdata: He terminado con Suzanne, era demasiado estúpida para pertenecer a la estirpe Darling.
Posdata 2: Cachemir ha tenido un pequeño desliz con alguna gata. Éste ha sido el resultado.
Atentamente y con cariño
Tío Pete.

Sonreí un poco y me guardé la carta en el bolsillo de mi pantalón. Todos me miraban expectantes a que abriera la caja. Deslicé el lado hacia un lado y levanté un poco la tapadera.

En su interior había un gatito del tamaño de mi mano, con el pelaje atigrado y unos enormes ojos verdes. Me miró de repente, y me asusté. Tenía una mirada desafiante. Como la mía.

Y debido a esa primera impresión, ya tenía un nombre pensado para él.

-Hola, Boo.

3 de octubre de 2010

Capítulo 10.

-Lilly Amstrong.

La aludida levantó una mano y acto seguido se irguió y comenzó a bajar los escalones que la dirigían hasta la pista. Era una chica alta y morena. A simple vista habría pasado por una chica normal, como la mayoría de los alumnos aquí, excepto yo. Todo el mundo estaba atento.

-Todo tuyo.- El profesor subió a las gradas y se sentó en la primera fila, expectante.

Me fijé más atentamente en la chica. Alguno de sus movimientos debería de darme pistas sobre cómo debía de hacerlo yo. Lilly abrió un poco las piernas y dejó los brazos en tensión. Esperaba que esta hiciese algún tipo de voltereta mortal que hiciera que el muñeco se tambaleara. Pero no fue así. La verdad es que me decepcionó un poco.

Y al contrario de mis expectativas, la verdad es que tampoco se movió. Se mantuvo quieta como una estatua, y tampoco podía saber si estaba matando al muñeco con los ojos pues me estaba dando la espalda. Antes de que me diera tiempo a sacar alguna deducción más, el muñeco explotó, tirando en miles de direcciones la pelusilla de su interior.

Pegué un leve salto debido al susto. Lukas me miró con comprensión mientras oía una risa de alguien de las gradas de atrás. Me giré para ver a Deborah con un chico al que no reconocí. Le saqué el dedo disimuladamente para que el profesor no se percatara, pero ella recibió el mensaje pues soltó un ruidoso bufido que se oyó en la primera fila.

-¡Asombroso!- El profesor comenzó a aplaudir. - ¡Excelente puesta en escena, señorita Amstrong! Se ha ganado una marca positiva.- La aludida se giró por fin. Parecía totalmente normal, sin ningún dolor de cabeza.

-Lilly lo hace todo con la mente.- Lukas se había acercado tan sigilosamente que apenas me había dado cuenta. Me estaba susurrando, por lo que supuse que al profesor no le gustaba nada que los alumnos hablaran entre sí.- Se supone que es nuestra arma secreta, pues no queremos ``reventar´´ a nuestros enemigos en medio de una lucha. Supongo que eso sería en el caso más extremo.- Asentí débilmente.

-Dean y Colin Berthford, a la palestra.- El profesor ya había colocado un muñeco nuevo, supuse que mientras que hablaba con Lukas.
Dean y Colin eran gemelos. Algo bajitos, con el cabello corto y muy blancos de piel. Para nada parecían del norte de América. Los dos tenían unos andares muy…raros.

Ambos se colocaron en el centro de la pista. Y esta vez apenas tuve tiempo de parpadear. Al instante después estaban los dos, una a cada lado del muñeco, con un brazo de este cogido. Tiraron en direcciones opuestas con muchísima fuerza y partieron el muñeco por la mitad. De la cabeza a los pies. Se me abrió la boca del asombro. Los dos soltaron las extremidades del muñeco y chocaron las manos en símbolo de victoria.

-Un poco grotesco, pero eficaz.- El profesor se rascó la perilla con una media sonrisa en la boca.

Esta vez si me di cuenta de quien cambiaba los muñecos rotos por unos nuevos. Era Lucy, la chica del tren, que con una mano traía un muñeco, y con la otra, como si pendiera de un hilo, se llevaba los restos.

-Controla la corriente eléctrica, ¿recuerdas?- Ahora lo recordaba. Lukas prosiguió.- Utiliza la electricidad estática para eso.- Me señaló como atraía los restos con la mano. Lucy se dio cuenta y me guiñó un ojo.

-¡Shh! – El profesor nos llamó la atención. Lukas se alejó.

Después de eso, actuaron tres alumnos más. Una chica que no paraba de estornudar, y cuando estornudó, la última vez, el muñeco se tambaleó y calló de espaldas. Le siguió un coro de risas y unas mejillas sonrosadas por parte de ella.

También actuó un chico rubio llamado Tobby. El chico, al igual que Lilly, se había estado quieto todo su tiempo. Mientras, nosotros observábamos como el muñeco cobraba vida y se arrancaba los miembros a él mismo. Cuando el maniquí estuvo completamente hecho trizas, Tobby dio una palmada. Al instante, el muñeco estaba en el mismo estado que antes.

-Es un ilusionista.- Me explicó de nuevo Lukas.- En realidad ni siquiera a aplaudido, si no que te ha hecho parecer que lo hacía.- Asentí maravillada.

El último chico que había entrado en acción se tropezó nada más comenzar su ``número´´. Se suponía que se separaba del suelo algo así como 20 centímetros y se deslizaba hasta el muñeco. Solo que al parecer, algún bache transparente en el aire hizo que perdiera el control y callera de bruces al suelo.

La siguiente era Eva. Se quitó el pañuelo que llevaba alrededor del cuello. Éste dejó entrever una especie de espirales a cada lado de su cuello tatuadas. Tenían el aspecto de tener mucho tiempo.

Eva bajó a la pista con unos andares alegres, como si lo tuviera todo controlado. En realidad, estaba casi seguro de que lo tenía.

Cuando se hubo situado en su sitio, en el centro de la pista con el muñeco enfrente, oí algo. Una especie de susurro. Vislumbré como se movía su mandíbula, por lo que supuse que era ella. Era como una especie canto silencioso, como un poema. Entonces el maniquí se movió. Comenzó a caminar hasta Eva, mientras esta seguía recitando. Cuando estuvo a menos de un metro de ella, se agachó y se tiró al suelo, bocabajo. Eva dejó de recitar. El muñeco seguía en el suelo. Eva tan solo se dedicó a pisarle el cuello y tirar de la cabeza, despegándola del resto del cuerpo.

-Magnífico, señorita Lynn. Es un honor contar con tu presencia en la clase.- El profesor Christoph hizo una leve inclinación de cabeza, y Eva le respondió con otra.

Mientras subía de nuevo a las gradas, el profesor llamó a Lukas por lo que esta vez, la que me lo explicó todo fue Eva.

-Guau.- Solté.- Ha sido genial. ¿Cómo lo haces?- Creo que era la primera vez que demostraba tanta admiración por alguien.

-Soy una susurradora.- Se rió un poco por mi halago.- Todo el linaje femenino de mi familia tenemos este don. Desde pequeña comencé a mandar a todo el mundo.- Sonreí un poco.

Lukas había bajado hasta la pista. Tampoco tardó demasiado en acabar con el maniquí. Simplemente utilizó un leve movimiento de muñeca para congelarlo. Estaba hecho un bloque. Se acercó con ligereza pero sin prisa y con uno de los pinchos de su pulsera, lo hizo añicos. Esa era otra, la pulsera de Lukas estaba ``personalizada´´. La suerte de tener enchufe.

-Sensacional, señor Silver. No esperaba menos de usted.- Lukas se metió las manos en los bolsillos y comenzó a ascender hasta mi lado.

-Mola más en primera persona.- Me dijo. Le miré enarcando una ceja pero me arrepentí pues me estaba observando con aquellos ojos asesinos y una media sonrisa que me hubiera matado después de los ojos.

-Deborah.- El señor Christoph la señaló con la mano.

Deborah bajó por las escaleras con un estuche en la mano. Su cabello rubio y rizado bailaba a cada escalón que bajaba. Cuando llegó abajo, se giró para sonreír al chico de la grada que al parecer era su novio, y de paso, para echarme una mirada malvada de las que se echan antes de clavarle una estaca a alguien.

Abrió el estuche y sacó 4 lápices afilados. Cerró los puños una vez y cuando los abrió, los lápices se elevaron a la altura de su cabeza. Ella levantó las manos y comenzó a dirigirlos hacia el muñeco con leves toques al aire. Éstos iban directos hacia la cabeza hasta que, cuando estaban a punto de penetrar en ella, dieron un giro de 360º y comenzaron a dirigirse hacia las gradas, o más concretamente llegaron a parar a mi cuello.

Dejé de respirar. Sabía que si quería matarme, podría hacerlo con un solo gesto de dedos. También cerré los ojos, pues no quería ver la cara de victoria que tenía Deborah en ese momento. Oí unos aplausos monótonos desde las gradas de atrás. La rabia me invadía. Menuda rastrera, zorra, pu…

-¡Es suficiente!- El profesor parecía enfadado por el tono de voz.

Abrí los ojos. Deborah ya estaba subiendo los escalones hacia su asiento. Respiré un poco aliviada pero a la vez molesta de que ella pudiera hacer eso y yo no.

-Señorita Darling.- Le miré.- ¿Le importaría hacernos una pequeña demostración?- Su tono era amable, pero aún tenía resquicios del enfado.

Me levanté con la certeza absoluta de que iba a hacer el ridículo. Doce pares de ojos me miraban mientras bajaba las escaleras y llegaba hasta la pista. El profesor se acercó a mí.

-No hace falta que hagas algo impresionante. Apenas eres una novata.- Eso me hundió aún más, aunque lo disimulé bastante bien.- Haz lo que puedas, y si crees que no eres capaz, me lo dices.- Acto seguido caminó hacia los asientos, dejándome sola en medio de aquel pabellón gigante, con aquel muñeco mirándome, y con aquella sensación de que tu vida era una mierda y una injusticia, además.

-Concéntrate, Rose. Puedes hacerlo.- Me susurraba a mí misma.

En realidad estaba cien por cien segura de que era capaz de hacerlo. El problema era…¿Cómo? Me miré las manos. Si hacía algún movimiento, tal vez pudiera invocar al fuego.

Levanté la mano derecha. Moví los dedos, en una especie de movimientos coordinados, pero no sentí nada. Nada nuevo, ni innovador, ni magnífico. Ni ninguna sensación vigorizante, como lo había descrito Lukas. Me giré para ver como Deborah hacía un bostezo fingido. Respiré agitadamente. Y sentí algo. Una especie de calor que se desvaneció cuando vi a Lukas y a Eva, expectantes ante mi actuación.

Vale, lo había sentido. Pero apenas dos segundos después había desaparecido. Esa sensación había llegado a mí cuando había visto a Deborah. Volví a mirarla para cerciorarme de que en efecto, así era. La sensación de calidez se producía cuando me enfadaba, así que me puse frente a ella.

Enarcó una ceja, mientras yo levantaba una de mis manos. La miré fijamente, pero aunque yo lo sentía, no pasaba nada. El chico de su lado carraspeó intencionadamente y ella rió. Esa fue la gota que colmó el vaso.

Mi mano se prendió fuego. La miré asustada, pues esto no era muy normal. Incluso Deborah se sorprendió. Lukas dejó caer una leve sonrisa.

Cuando me cercioré de que mi mano no se iba a apagar, levanté la otra. Hice un leve movimiento y también se prendió. Dos pequeñas llamaradas en mis manos. El profesor comenzó a aplaudir. Y le siguieron Lukas, Eva, los gemelos y la chica del estornudo. Me sentí un poco avergonzada, pero a la vez genial. Era una sensación…

Se apagaron. De golpe. Me sentí decepcionada, pero apenas un segundo porque cuando la sonrisa de Deborah apareció de nuevo, trajo el fuego con ella, y esta vez no dudé. Junté las manos creando una gran bola pirotécnica, y con toda mi rabia y odio, la lancé contra ella.

Se oyó un grito.

26 de septiembre de 2010

Capítulo 9.

-Nadie me ha dicho nada de ``esto ´´.- Señalé la pulsera con repulsión.

-Vamos, Rose.- Heath me la volvió a acercar. Intenté alejarme de él, pero había una pared a mi espalda por lo que no tenía escapatoria.- Sabes que debes ponértela. Todos aquí la llevamos.

-No. Yo no pienso llevarla.- Le esquivé y me senté en uno de los sillones de la sala común. Para mi desgracia, Heath tomó asiento a mi lado.

-En esta academia es fundamental. Sabes que mi madre no va a dejar que salgas siquiera de tu habitación si no la llevas.

-No.- Estaba indignada.- No pienso llevarla, Heath. No pienso llevar una maldita pulsera que le diga a todo el profesorado donde demonios me he metido.- Fue a replicar, pero le corté.- No. ¿ Qué parte del ``NO´´ no has entendido aún, Heath? NO hay más que hablar.

-Rose. No es solo una pulsera localizadora. También es un dispositivo de autodefensa y ataque. Nos avisa si hay algún ataque para prepararnos. Es necesario que le lleves.

-Pero Heath,- La cogí con la punta de los dedos índice y pulgar. Miré la pulsera asqueada.- ¿cómo demonios voy a conjuntarla con mi ropa? Siempre voy de negro y verde, y tú vas y me la das amarilla. - La miré de nuevo más detenidamente. Más que una pulsera, parecía como una muñequera de plástico.- Que color tan horrible.

-Eso no importa.- Puso los ojos en blanco.- Te la pondrás y punto.

Eso dio fin a nuestra pequeña disputa. Heath me mandó a arreglarme antes de que empezaran las clases a las 11. Me quedé un poco impresionada cuando me comentaron el horario de la academia: Las clases comenzaban a las 11 de la mañana. A las 14:15 se servía la comida. A las 16:30 volvías a las clases. Hasta las ocho del crepúsculo, donde te otorgaban media hora para cenar y el resto de tiempo libre hasta las 23:00.

Al fin y al cabo, esto no era una academia exáctamente normal. La mayoría de gente que estaba internada se conocía todo el reglamento a la perfección. Ya había visto la absurda pulsera en varias muñecas. Aunque la mayoría de ellas no eran amarillas, habían unas cuantas de colores chillones y fluorescentes. Al menos no sería la única llamando la atención.

Ya me conocía el camino hacia mi habitación. Apenas tardé unos tres minutos en subir hasta ella y entrar con la llave gemela que me había prestado Anabel. No había decorado demasiado mi lado de cuarto porque apenas tenía algo con lo que decorarlo. Lucy se había limitado a empaquetar mi ropa, mis libros, mis zapatos, y algunos objetos de afecto personal como un Ipod, un pequeño bolsito con maquillaje, y, para mi sorpresa, el portátil de mi tío.


Saqué unos pantalones oscuros, unas zapatillas negras y una camiseta marrón y verde. Mi cabello ya era liso de tanto utilizar la plancha, por lo que la coleta que me hice dio lugar a un amasijo de pelos pincho. Maquillé un poco a malas penas mis ojos y salí de la habitación con mi pequeño bolso de la Novia Cadáver, otra de mis pertenencias recordadas.

Aún había algunos alumnos rezagados en los pasillos de la tercera planta. Pero no veía a Lukas por ningún lado. Se suponía que sería él que me guiara hacia la clases, por lo de ser mi mentor y eso. La noticia no había sido precisamente la mejor desde que llegué a aquí, pero yo tenía muy claro que en cuanto me desenvolviera lo suficiente en la academia, él me dejaría en paz y todo volvería a ser normal, no en el sentido literal de la palabra, claro.

Últimamente, mi relación con Lukas no era muy buena. Aún no entendía porqué, ya que la primera vez que nos vimos, no sé, tampoco digo que hubiera feeling, pero tenía la sensación de que nos conocíamos. Sin embargo, ahora lo único que hacía era evitarme, gastarme bromas, dejarme en evidencia (cosa que me ponía de los nervios) y para colmo, ahora pretendía que llegara tarde a mi primera clase. Esta me la iba a pagar.

Caminé hasta el ascensor. Los últimos alumnos del pasillo ya estaban desapareciendo y me estaba asustando. Pero cuando la puerta se abrió respiré un poco aliviada y enfadada y…

- ¿Vamos o qué? – Adentré en el ascensor sin mirarle a los ojos y pulsó el uno.

- ¿Tienes por costumbre llegar tarde siempre a la clase? Sólo por curiosidad.- Soplé un mechón de pelo suelto que caía sobre mi ojo izquierdo.

- No, la verdad es que no. Pero hoy tengo escusa.- Esta vez sí que lo miré, y me arrepentí al instante. Tenía la esperanza de que los ojos hubieran cambiado de color.- Ya sabes, tengo que acompañar a la `` nueva ´´.

Enarqué una ceja, pero no tuve tiempo a responderle, pues la puerta se abrió y salimos al exterior. Le seguí un paso rezagada mientras le pegaba tirones a la pulsera escondida bajo una vieja muñequera negra. Se detuvo junto a una puerta doble al final del pasillo. La abrió y se colocó a su lado.

- Las damas primero.- Al menos era educado.

Me adentré en la sala. Era como un teatro, todo repleto de butacas, y en el final, una enorme pista de parquét. Vale, más que un teatro era como un gimnasio. La mayoría de alumnos ya estaban sentados en algunos de los asientos. Entre ellos pude distinguir a la tal Deborah, la rubia imbécil con la que me había cruzado el primer día. Lukas se situó a mi lado.

- Ven, vamos a sentarnos ahí.- Señaló unas butacas vacías en la segunda fila. Al lado de Eva. – Los primeros días deberías ponerte en las primeras filas, así no te perderás.- No repliqué, al fin y al cabo tenía razón.

Tomé asiento al lado de Eva, que al verme, me sonrió. No tuve tiempo de entablar una conversación con ella, ya que el profesor apareció de la nada.

- Buenos días, jóvenes Delphos.- Hizo una leve inclinación hacia nosotros.

Era un hombre joven, de apenas treinta años. Su cabello era pelirrojo oscuro, con unos restos de barba de tres días. Era un poco bajito, pero también delgado. Me miró, y dejé de inspeccionarle.

- Pero bueno, qué ven mis ojos… Si tenemos una alumna nueva…- Me instó a presentarme.

- Rose Darling, señor.

- ¡Oh no!- Se carcajeó, no se de qué.- No me llames señor, me haces sentir viejo. Llámame Christoph.- Asentí debilmente.- Bueno, hoy vamos a realizar una práctica. Os colocaré un moñeco de gomaespuma al final de la clase y ese será vuestro atacante. Debéis enseñarnos a todos vuestra forma de defenderos.

Perfecto. Y yo, que me acababa de enterar de que era una Delphos, lo iba a hacer divinamente (IRONIA).

12 de septiembre de 2010

Capítulo 8.

El St. Silver Academy era la escuela más bonita que jamás hubiera visto. Todo estaba ambientado en el S. XVI, con un enorme campus con fuentes y paseos. Lo único por lo que me quedé un poco pillada fue por el hecho de que Helena me dijese que éramos una especie en peligro. Teniendo en cuenta que en el campus a la hora del crepúsculo habían más de trescientos alumnos y profesores dispersados por todo el terreno. Supuse que la gran mayoría de ellos eran inexpertos como yo.

También tenía que mencionar el hecho de que, tal vez la mitad aproximadamente de los alumnos del campus eran niños. Pude distinguir en un grupito de cuatro a Cissy, la niña que me había acompañado en el tren.

Tan absorta en mis pensamientos me choqué con alguien.

- Lleva cuidado por donde pisas, imbécil.- Siguió caminando, pero la corté.

- Rubia tenías que ser.- Le solté con todo el enfado posible.

La aludida se giró y me miró mal. Luego me acordé de que seguramente sería una Delphos, por lo que me dio un poco de miedo lo que pudiera hacer con la mirada. Para mi suerte, Anabel apareció a mi lado como si llevara ahí todo el rato y me salvó de una muerte inminente.

- Deborah, tú por tu camino, y nosotras por el nuestro, ¿vale?- Dio por concluida la conversación y nadie se opuso. La tal Deborah, siguió caminando con un bufido en el ambiente mientras que Anabel me plantaba cara.- No debes meterte en problemas, Rose.

- Ha empezado ella.- Parecíamos niñas pequeñas. Enarqué una ceja.

- Rose, todos los que están aquí pueden hacerte daño si quieren. Son todos, no profesionales, pero sí expertos en su poder. Hacía tiempo que no venía nadie nuevo, así que supongo que tendrás que aguantar las críticas de ser la nueva…- Dejó la frase suspendida.

- Agh, odio ser la nueva.- Seguí caminando con mis maletas, mientras Anabel se ofrecía a llevarme la caja.

Justo cuando parecía que encajaba, irónicamente, en el instituto del Shakespeare High School, me tenía que cambiar. Cómo odiaba mi vida.

Miré hacia atrás para cerciorarme de que nadie me miraba de forma extraña o hacia gestos con la mano. Anabel se rió y me dio un pequeño empujón con la mano en la espalda, instándome a entrar en la estancia.

Era un amplio salón de actividades, con una televisión y cientos de sofás y sillones con pinta de ser muy cómodos. De repente me entraron ganas de sentarme en uno. Al fondo de la sala había una enorme puerta y a su lado derecho e izquierdo, unas escaleras.


- Es un ascensor.- Me indicó. Caminamos hacia él.- Las clases están en el primer piso. Las habitaciones en la segunda, tercera y cuarta planta.

El ascensor se abrió lentamente y de él salió una chica menudita, con un montón de pañuelos rodeándole el cuello. Tenía el cabello recogido en una larga coleta. Cuando nos vio, sonrió.

- Anabel.- Estaba un poco afónica.- ¿Quién es ella?- Me dedicó una sonrisa aún más profunda que la anterior. Menuda dentadura.

- Es Rose.- Miré a Anabel enarcando una ceja. No era necesario que respondiera por mí, podía hablar yo solita.

- Encantada, yo soy Eva Lynn, pero todos aquí me llaman Eva a secas.- Intenté sonreírle pero sólo salió una mueca extraña. Esto no era lo mío.

- Lo mismo digo.- Me limité a contestar. Eva hizo un pequeño gesto amigable con la mano pero sólo consiguió que casi se le escurrieran los folios que llevaba encima.

- Bueno, ya nos veremos por ahí.- Sonrió de nuevo un poco avergonzada y salió del ascensor con andares de bailarina, alejándose por la sala común, girando a la derecha y dejándonos vía libre.

Subimos al ascensor, un espacio para seis o siete personas, con dos espejos y un horrible tapiz de color topacio viejo. Anabel pulsó el botón 3 y comenzamos a subir.

- La madre de Lukas y Heath era la nieta del fundador. Ella restauró toda la academia después de un conflicto bélico. Por lo visto, no contrató a ningún decorador de interiores cuando se ocupó de esto.- Asqueó su rostro mirando el tapiz y las dos reímos. Era increíble como aquella chica tenía poder sobre mí. El ascensor se detuvo.- Ya hemos llegado.

Todo era un enorme pasillo de color beige, repleto de puertas a cada lado. Cada una de ellas tenía una plaquita colgada. La moqueta del suelo de color tierra se hundía mullida tras nuestro paso. Al instante reaccioné.

- ¿Voy a compartir habitación?- Ya debería haberme hecho a la idea. El colegio era grande, pero no lo suficiente como para almacenar y distribuir a todos los alumnos por cuarto individuales.

-Conmigo.- Me sonrió directamente y me percaté de que tenía unas pocas pecas en las mejillas.- Pero puedes considerarla tuya. Yo no duermo.

Vaya. Nada más llegar y tenía una habitación para mí sola, donde poder relajarme, escuchar música, etc. Recé por que Lucy hubiera incluido mis altavoces en la visita por mi casa. Esto si que era tener enchufe…

- Espera.- La frené. Había algunos alumnos en el pasillo que se giraban a mi paso. - ¿Cómo…? ¿Cómo que no…duermes?

- Bueno. Haber como te lo explico…- Se detuvo en una puerta. Leí la inscripción de la placa.

ANABEL PAANIX
ROSE DARLING


Abrió la habitación con una llave antigua y la seguí. Era una habitación bastante amplia para lo que yo había imaginado, con dos camas con bisel de un blanco transparente. Había dos armarios, dos mesillas de noche y una puerta, lo que supuse que sería el baño. Anabel me señaló cuál era mi cama y continuó.

- Yo no soy una Delphos normal.- se sentó en su cama.- No duermo porque, si lo hago, me convierto en un asesino. No soy consciente de mis actos. Y así murieron mis padres.

Se me erizó el vello de todo el cuerpo.

-Osea, eres como una especie de… sonámbula.

- Exacto, pero sólo si duermo. Si no lo hago, soy totalmente normal.- Se dejó caer hacia atrás en su cama. Yo empecé a desembalar mis cosas.- Me alimento de la vitalidad de los que duermen normalmente. Así no molesto a nadie y puedo mantenerme despierta. Tú ya has experimentado mi poder.

Claro que lo había experimentado. Recordé cuando salimos de mi casa. Con sólo tocarme había caído en un sueño profundo, y, cuando desperté, estaba en un lugar totalmente distinto.

- Entonces, ¿qué haces por la noche?- Pregunté con curiosidad.

- Normalmente estudio. Mi poder no está en ningún libro Délphico, por lo que tampoco puedo asistir a algunas de las clases ya que no tienen ningún sentido para mí. Me limitó a estudiar mis límites y posibilidades dentro de una batalla. Ahora he aprendido a controlar la absorción del vitae.- se incorporó y me tocó el brazo.- ¿Ves? Ahora puedo tocar a la gente sin dejarla inconsciente.- Me sonrió amablemente. Pude ver que ahora era feliz. No podía imaginarme la vida sin poder tocar nada.

- Bueno.- Suspiré ruidosamente.- ¿Y ahora qué?

- Ahora deberías saber algo.

- Dispara.- Cogí mi Ipod y caminé con ella hacia la puerta.

Antes de que ella tuviera tiempo siquiera de abrir la puerta, ésta se abrió ante nosotras. No recordé que Anabel la hubiera cerrado, por lo que supuse que alguien la había abierto desde fuera. Heath estaba apoyado en el marco, y Lukas, a su lado, tenía puesto un auricular en su oreja.

- Rose.- Heath me dedicó una media sonrisa a la que yo respondí con una cinco veces disminuida.- Te presento a tu nuevo mentor.

- Y ese es…- Miré hacia fuera sin ver a nadie. Pero si sólo estábamos nosotros cuatro aquí, y no iba a ser Anabel, ni Heath…- ¿Lukas?

- Yo tampoco quiero, pero me han obligado.- Dijo encogiéndose de hombros.

Desde luego, no todo iban a ser buenas noticias. Ahora empezaba la mala racha.

5 de septiembre de 2010

Capítulo 7.

La madre de Heath y Lukas era alta, no demasiado, pero esbelta y con una melena del color del carbón oscuro larga, hasta casi la cadera. Me pregunté si tal vez Heath había salido a su padre. Tan sólo me bastó una mirada de Helena, de un gris tan sobrecogedor como el de Lukas para cerciorarme de que Heath podía haber pasado por un completo desconocido en cuanto a aspecto.

- Bienvenida, Rose.- Se acercó un poco a mí y me instó a acercarme a ella. La seguí como si estuviera hipnotizada pero con la certeza de que esta vez era por voluntad propia. Creo.- Espero que te sientas cómoda en el trayecto a tu nuevo hogar.

- ¿Nuevo hogar?- Apenas podía tragar.- Esto…bueno, esto tiene que ser un error. Se han debido de equivocar.

- Eres Rose Darling.- No era una pregunta. Asentí.- Tu mentor en este momento y desde la muerte de tus padres es Pete Darling.- Volví a asentir ahora con más inseguridad por el hecho de que aquella mujer supiera mi vida. Prosiguió.- Tienes problemas y un trauma relacionado con el incendio que provocó la muerte de tu padre y del que misteriosamente saliste ilesa.

- El incendio no provocó la muerte de mis padres.- La corregí.- Fueron asesinados delante de mí. Y no pude hacer nada así que no me lo eche en cara.

- No te estoy echando en cara nada. Tan sólo estoy leyendo tu `` currículum vitae ´´ - Siguió con una sonrisa amable en los labios. Mi ataque no le había afectado.- Bueno, supongo que lo primero que debes hacer es firmar. – Me acercó un pedazo de tocho con miles de hojas. Si tenía que ponerme a leer, iba apañada. Por lo visto vio mi expresión y soltó una leve carcajada.- Tranquila, Rose. Es la historia de tu vida, no es necesario que la leas. Ya lo he hecho yo por ti.

Me asomé por encima de las miles de letras que reinaban en el folio lo cual quería decir que era cierto. Alguien se había dedicado a escribir mi vida. En cierto modo, no sabía si eso era bueno, pero me estaba empezando a asustar todo este embrollo. Decidí echarle un vistazo para cerciorarme.

17 de Marzo, 08:02 A.m., año 2008:


Rose sale de casa temprano. Dice que va a ir estudiando por el camino el examen de 4ª hora.

Salté un puñado de hojas.

19 de Julio, 12:32 P.m., año 2008:


Rose acaba de salir de casa para ir a la tienda de Ricco. Ese chico me trae mala espina, es demasiado amable con ella. Debe de querer algo.


10 de Julio, 14:09 P.m., año 2008:


Rose llega a casa con un CD versión extendida de Fall Out Boy. Dice que se lo ha regalado Ricco por su ayuda. También ha soltado un ``todo el mundo debería ser como él ´´. Definitivamente, o el chico quiere algo o es demasiado generoso como para vivir en Long Beach.

Vale, estaba clarísimo que mi tío Pete había escrito todo esto. Sólo él podría estar controlando las horas punta en las que salía de casa. A donde iba. Qué hacía. Incluso cuál era mi ánimo en el momento. Dejé de leer y levanté la vista del papel para ver que todos los que estaban en la sala me miraban expectantes. Entonces me acordé de lo de la firma.

- Oh. La firma.- Mientras me apresuraba a firmar, alguien soltó un bufido. Supuse que sería Lukas.

Una vez estuvo todo el papeleo resuelto (una sola firma), para algo que aún no me había explicado, Helena me hizo sentarme en una silla en medio de la sala, mientras ella se colocaba frente a mí, y los demás se acomodaban a mi alrededor. Parecía a punto de decir algo cuando la puerta del cuarto se abrió estruendosamente. Helena puso cara de disgusto.

- Adelante Lucy.

Entró una chica de unos veinte años, tal vez más joven, pero aparentaba el doble de edad que Helena, aunque cualquier persona la aparentaría. La chica, con unos vaqueros cortos, unas chanclas y una camiseta verde, con el cabello recogido en un moño, iba cargada con dos enormes maletas y dos cajas. Cuando traspasó el umbral, se tropezó con la moqueta y calló de morros al suelo. Ninguno se levantó a ayudarla.

Me incorporé un poco y finalmente me acerqué a ayudarla a recoger los trastos del suelo, que poco después descubrí que eran mis cosas. Mi ropa, mis zapatos, mis libros, mi Ipod… La miré un poco asustada. Ella se rió de su torpeza haciendo caso omiso a mi mueca.

- Oh, lo siento. Siempre olvido que hay moqueta. Se va tan cómoda que apenas se nota.- Se sacudió un poco la ropa.- Soy Lucinda Pack, pero llámame Lucy. – Me extendió la mano y cuando fui a estrechársela, la apartó súbitamente.- Será mejor que no lo hagas. La última vez que alguien me estrechó la mano murió electrocutado.- Me envaré pero ella esbozó una leve sonrisa.

- Lucy, la próxima vez limítate a llamar a la puerta.- Gruñó Helena. Ahora realmente parecía una madre enfadada. Lucy se inclinó levemente como modo de disculpa y se dio la vuelta para salir de la habitación afligida y sin decir nada.

Me giré y miré a Helena con un poco de miedo, pero ésta ya había recuperado la compostura y su cara mostraba de nuevo una mueca amigable, como si Lucy no hubiera aparecido en la habitación.

- Bueno…- Me instó con la cabeza a que me sentara de nuevo en la silla. Tome asiento con velocidad, no fuera a ser que alguien la interrumpiera de nuevo.- Rose, ahora eres oficialmente una alumna del St. Silver Academy. Para que comprendas bien lo que te está ocurriendo, tan sólo tendrás que saber qué eres. Eres un Delphos.

- ¿Un qué?- Interrumpí. Al instante me arrepentí, pero ella pareció tomárselo bien. Anabel y Heath sonrieron.

- Eres un mutante.- Soltó Lukas.

Le miré asustada. Eso era mentira. Yo no era normal, era rara. Pero…¿un mutante?

- Lukas. Cuando quiera que hables, ya te lo pediré yo.- Le reprendió su madre. Lukas me miró envenenadamente, como si yo hubiera sido la culpable.- Rose, todos somos Delphos. Somos una especie de raza en peligro de extinción. Por eso murieron tus padres. Belikova quería que tus padres te entregaran. Ellos se opusieron.

- ¿Qué querían de mí? Soy normal. Soy…- Tenía ganas de llorar. Últimamente lo hacía muy a menudo. Y eso se significaba que me estaba volviendo blanda. Me prometí a mí misma que sería fuerte.

- Rose, el incendio no lo provocaron ellos. Lo provocaste tú.

Shock. Así me encontraba yo. Estaba pero no estaba en esa habitación. Era extraño ver como en realidad, todo lo que estaba diciendo Helena, cobraba sentido ahora. El cigarro incendiado. El dolor de cabeza posterior…Fue exactamente el dolor que sentí cuando mi casa empezó a arder.

- Rose, todos nosotros tenemos una especialidad.- Señaló a Heath.- Él fue capaz de localizarte con solo ver un foto tuya. Por eso se chocó contra ti en aquella calle, todo estaba preparado.

- No fue un accidente…- murmuré.

- No era mi intención caer encima tuya y que te quedaras inconsciente. Sólo tenía que cruzarme contigo, pero el suelo estaba escarchado y no soy nada bueno en los deportes.

- Lukas,- ahora le miró a él.- él es el que maneja todo aquello que tiene que ver con el hielo. Por eso siempre es tan frío.- Lukas levantó una ceja en respuesta.- Yo, Rose, soy capaz de privarte de todos los sentidos si así me place. Y bueno, tú… Creo que ya sabes lo que eres. Un Delphos del fuego. El más ancestral de todos.

Sonreí. Tan sólo pude decir una cosa.

- Guay.

29 de julio de 2010

Capítulo 6.

Tal vez fuese un sueño. Aunque era un poco extraño por que si de verdad lo fuera, ¿podría haber soñado que me despertaba? Que raro.


También estaba la opción b, que estuviera completamente loca. No la descartaba pues siempre me lo habían dicho. Un loco no sabe que está loco. Pero, ¿verdaderamente se podía estar loco y plantearse si se estaba loco o no? Menuda locura.

Y bueno, ahora la opción c. Que fuera real. Era la opción más probable, pero a la vez, menos coherente.

El caso es que mi cuerpo andaba, seguía a la extraña chica que decía llamarse Anabel, caminaba, pero yo no lo controlaba. Mi mente era como un ocupa en mi cabeza, consciente de lo que hacía pero sin poder ser dueña de mis actos. Esto era muy frustrante. Me sorprendí cuando me di cuenta de que podía hablar.

- ¿Pero qué dem…?- Me cortó. Estábamos atravesando la calle en pleno invierno, pero no sentía nada de frío, al parecer al igual que ella, pues su fina camiseta de cerezas era de manga corta.

- Tranquila. Todo se va a solucionar, Rose. Pronto estarás a salvo.- Me cogió del brazo, pero era como si estuviera anestesiada. Comenzó a tirar de él y tardé en darme cuenta de que estábamos girando la calle.- Es por aquí, ya falta poco.

No dije nada. Simplemente me limité a seguir, ¿caminando? Si eso era lo que estaba haciendo en realidad. Era la sensación más extraña que había sentido nunca. Ella andaba un paso por delante de mí pero su cuerpo iba coordinado a mis pies, de manera que si hubiese querido pisarla no lo hubiera conseguido, aparte del hecho de que mi cuerpo no era mío.

Me sentía frustrada. Era como si llevaras un mes en el desierto, de repente te salvan y te ponen un vaso de agua sobre una mesa. Vas a por él, pero la mesa cada vez está más y más lejos.

De pronto, Anabel se paró en seco. Pensaba que mi cuerpo chocaría contra el suyo, por lo que hice el amago de cerrar los ojos, aunque no fuera dueña en ese momento de realizar esa acción. En cambio, mi cuerpo frenó suavemente dejando una distancia de un paso más o menos. Se dio la vuelta de cara a mí, me sonrió y me tocó la frente.

Cuando desperté, supe que había vuelto a la normalidad. Estaba tumbada en una cama pequeña, envuelta en un saco de dormir. Tardé en darme cuenta de que nos movíamos. Me levanté de un salto y salí del cuarto.
Un tren. Estaba en un estúpido tren. Me asomé a la ventana más cercana para cerciorarme, pero todo estaba oscuro, exceptuando las estrellas de la noche, la luna, y algunas pequeñas luces que titilaban en la lejanía. Pero sin ninguna duda, nos movíamos. Unos pequeños murmullos se oyeron. Me giré y me quedé mirando a unos pequeños niños, tal vez de 8 o 9 años. Todos me miraban como si fuera rara. Bueno, ¿acaso no lo era?

Me acerqué un poco a ellos. Eran cuatro, tres niñas y un niño. Cuando estuve a menos de un paso de ellos, el niño desapareció. Pero literalmente. Joder, un segundo antes estaba allí y luego, había desaparecido. Parpadeé varias veces seguidas mientras me calmaba. Me agaché lo suficiente como para estar a la altura de los enanos.

La niña que estaba situada la primera tenía el cabello largo y negro, trenzado hasta la altura del pecho. No era muy alta, pero era delgada y sus ojos eran de un impresionante negro. Me miraba como si fuera su presa. Me asusté un poco. Luego, sonrió y me extendió la mano. Dudé en cogerla, después de todo lo que estaba pasando, no sabía que llegaría a pasarme, pero me arriesgué.

La niña puso en contacto las yemas de sus dedos con las respectivas de las mías y me miró fijamente a los ojos. Tuve la sensación de que en realidad, toda mi vida, intimidad y demás, estaba siendo desvelada. Me sentí…desnuda.

Me soltó la mano de golpe y miró a sus amigas. Una de ellas, pelirroja con pecas, le dijo algo y las tres se pusieron en grupito a hablar, en secreto. Me levanté molesta. Unas enanas de jardín no iban a amargarme el día o la noche, si es que no estaba amargado ya.

Y cuando iba a ponerme a gritar como una histérica, la niña del pelo negro me cogió de la mano, esta vez para llevarme a algún lado. Dejamos atrás a sus amigas mientras caminábamos por el andén.

- Anabel te está esperando.

- ¿Dónde cojones estoy?- Exploté, pero ella no me soltó.

- Ella te lo explicará todo. Sólo me ha enviado a mí para buscarte.- Su voz era como un ultrasonido amable y suave al tacto de los oídos.

Dejé que me guiara, pero aunque la presión que ejercía no era muy fuerte, podía notar que si yo opusiera resistencia, ella saldría ganando.

El pasillo del tren cada vez era más corto, por lo que supuse que estábamos llegando a nuestro destino. Las paredes eran tétricas, por no decir feas, de un terciopelo verde de exuberante pelo, de cuyas puntas superiores caían unas cortinas de color mostaza oscuro. La mayoría de ellas estaban descorridas, dejando ver el exterior a través de unos cristales repletos de huellas dactilares. Me tropecé con algo. Me giré a ver lo que era, pues la niña me seguía arrastrando, y me di cuenta de que era una bola de pelo… ¿un gato? Me encogí de hombros y cuando me disponía a seguir caminando, la niña frenó.

- Ya hemos llegado.- Me soltó la mano, se adelantó un paso y abrió la puerta que teníamos delante. Entró y me instó con la mano a que la siguiera.

Era un cuarto demasiado grande para estar en un tren, pero aún así, ahí estaba. En el centro había una mesa, sobre la cual estaba sentada Anabel, que parecía haberse cambiado de ropa por unos shorts lilas con leotardos naranjas y verdes, sin contar la camiseta rota de Three Days Grace. A su lado, pero en una silla con pinta de no ser nada cómoda, estaba Heath, con un nuevo piercing en la ceja. Y sentado sobre el único sillón de la sala que parecía más o menos habitable, estaba Lukas, repantigado de una manera un poco extraña, con los pies colgando.

Anabel saltó agraciadamente de la mesa y se acercó a la niña, que estaba a mi lado, con las manos entrelazadas en la espalda y balanceándose de alante a atrás, meciendo suavemente su trenza. Se agachó junto a ella y le puso una mano en la mejilla, sonriendo.

- Gracias por traer a Rose aquí, Cissy. Ya puedes volver si quieres.- Se puso recta de nuevo y le abrió la puerta. Cissy salió dando pequeños pasitos hasta que estuvo fuera, y la puerta se volvió a cerrar sola. Supongo que debería de ser algún sistema de cierre. Aunque ahora que lo pensaba, la puerta de mi casa no tenía ningún sistema, que yo supiese.

Anabel me sonrió y me cogió del brazo para que me acercase más al grupo. Me ofreció asiento en un enorme sofá que… Espera, ese sillón no estaba ahí antes. Me apoyé levemente en el reposabrazos, con el miedo de que en medio de esta pesadilla, a alguien le diera por hacer desaparecer sillones con gente encima.

Me fijé en que Lukas estaba escuchando música con los auriculares con los ojos cerrados. Le observé atentamente, intentando adivinar la canción que escuchaba con tanto ahínco, y cuando abrió los ojos, me quedé helada. Creo que no había ni una sola vez que me quedara sin aliento cuando me miraban aquellos ojos de color ceniza.
- Pero… ¿qué es esto?- Pregunté incrédula. Estuve a punto de ponerme a morderme las uñas, pero me contuve.- ¿Una fiesta de pijamas?- Anabel rió, mientras Lukas se giraba un poco, y pude ver que en realidad tan solo llevaba puesto un auricular. Me respondió él.

- Sí. Estábamos jugando a Atrevimiento o Verdad. Te toca.- Le miré desafiante por jugar con una situación así.

Heath se levantó de la silla y se colocó depie a mi lado. Le miré esperando a que hablara, pero en lugar de eso, alguien se giró de una esquina en la que yo no me había percatado, cómo no.

- Rose, te presento a Helena, mi madre.

Vale, ¿desde cuando las madres de mis amigos parecían el doble de jóvenes que yo? Sí, definitivamente, mi vida no es asquerosa, sino lo siguiente.

4 de julio de 2010

Capítulo 5.

-¿De donde demonios has sacado mi número?- Me levanté apresuradamente de la cama y fui directa a los pantalones negros que había llevado hoy. Tal y como esperaba, allí estaba la tarjetita que me había entregado Lukas antes de despedirnos. Me separé el teléfono un momento para comparar números, pero el que ahora estaba marcado era un número oculto. Demonios.
-¿Sabes, Rose? Hay algo llamado Guía Telefónica. Es muy útil en estos casos.- Contestó Lukas. Esto hizo que mi mente saltara y revelara un estado de ánimo. O en castellano, Me puso de los nervios y me enfadó, exploté. Respiré profundo varias veces antes de hablar.
-¿Sabes, Lukas?- No esperé respuesta- Que voy a colgar. No se como demonios has conseguido mi número y la verdad es que tampoco me interesa. Bórralo y no vuelvas a llamar.- Las respiraciones no habían servido de nada.- Oh Dios... Esto es una locura.
Me separé del teléfono dispuesta a colgar, y a punto estuve de hacerlo. Alguien me habló por el auricular.
-Rose, escucha.- Esta vez, no sé, tal vez porque la voz que me hablaba no era la de Lukas, me tranquilicé y me acerqué un poco el teléfono a la oreja, pero no demasiado, por si tenía que colgar '' súbitamente''.- Rose, escúchame.- Era Heath.
-Escucho.- Callé.
-Mira, tienes que convencer a tu tío de que te deje salir mañana a las once y media de la mañana.
-Sí, claro.- IRONÍA-Las llevas claras si piensas que mi tío me va a dejar salir después de la bronca que me ha echado hoy.
-Rose, inténtalo. Es muy importante. Tenemos algo que decirte y...
-! ROSE DARLING! ¿NO SERÁ VERDAD QUE ESTAS UTILIZANDO EL TELÉFONO?- Mi tío gritó desde el salón. Bajé la voz lo suficiente como para que no se oyera en un radio mayor que el de mi habitación.

-Heath. No se si voy a poder, en serio. Mi tío está de muy mal humor. Me voy a ganar una buena. Bastante tengo con que me llevará y me recogerá del instituto hasta dentro de media vida para asegurarse de que no me meto nada.

-¿Qué? ¿Piensa que te... Drogas?- su voz sonaba algo parecida al miedo.

-No se ha creído para nada lo de hoy. Lo siento, tengo que colgar.
-Inténtalo, Rose. Por favor.- La llamada se cortó. NO estaba segura de si había colgado él o yo. La mano me temblaba y ni siquiera sabía cual era el motivo. Últimamente mi vida no iba nada bien. Y esto de ahora me estaba jodiendo.
Dejé el fijo en su sitio y me tumbé en la cama bocabajo. NO sabía por que, pero sentía como si mi mundo se derrumbara. O tal vez era yo. No encajaba en ningún sitio, eso estaba claro. Y he ahí el problema. ¿Qué hacer cuando no formas parte del mundo que te rodea? ¿Y si en realidad te encuentras sola? No comencé a darme cuenta de que estaba llorando hasta que noté como el cojín salmón de encima de mi cama se llenaba de manchurrones de rimel y lápiz de ojos. Como si un río de lágrimas se tratase.
Llevaba tanto tiempo sin llorar que creo que cuando paré, ya era de noche y la colcha de mi cama estaba negra. Bueno, en realidad lo segundo me daba igual. Ya era hora de que Suzanne hiciera algo útil en la casa. Me levanté y pegué la oreja a la puerta. No había indicio alguno de que en la casa hubiese alguien, seguramente habían salido a cenar. Como siempre, yo no estaba invitada.
Salí de la habitación. La casa se sumía en un absoluto silencio después de cada uno de los golpecitos causados por el choque de mis calcetines sobre la moqueta. Entré a la cocina. Cogí unas galletas saladas y un zumo. Medio minuto después estaba sentada en el sofá con el portátil de mi tío. Siempre me decía que no lo utilizara, que tenía cosas privadas. Bueno, si tenía en cuenta que me había castigado por el resto de mi vida, dudaba que castigo más podría sumar. Por lo que no tenía nada que perder.
Fotos, videos... y una carpeta. PRIVADA. Sonreí a malas penas pues, ¿desde cuando era yo tan mala malísima? La sonrisa se me borró de golpe al ver su interior. CASO BELIKOVA. Cliqueé encima y se abrieron tres documentos. En uno de ellos se contaba detalladamente la muerte de los Darling. Seguramente sería el artículo que salió en el periódico. Lo tenía más que leído.
Otro de los archivos guardados era una carpeta de fotos. La abrí. Tan solo había tres imágenes. En la primera se veía mi casa, ardiendo en medio de la gran nevada. Me recorrió un sentimiento de nostalgia al pensar en ello. Decidí no remover recuerdos y pasé a la siguiente. Eran mis padres, o lo que quedaba de ellos totalmente calcinados. La cerré de inmediato. En mi interior se había revuelto algo y no me apetecía saber lo que era. El apetito desapareció de repente. Pasé directamente a la última. Y esta vez, lo único que había en mí era rabia. Eran los asesinos de mis padres. El hombre y la mujer que habían estado aquel día. Que habían matado a mis padres delante de mis ojos. La impotencia que comenzó a crecer en mí luchó ferozmente contra la razón y ganó ésta última. No se lo que hubiera sido capaz de hacer después de ver esa foto. Tal vez habría tirado el ordenador al suelo.

Volví a la carpeta de antes. Me resultaba un tanto extraño que pusiera privado cuando en realidad lo que había en ella eran cosas que yo sabía. Entonces, ¿Por qué lo ocultaba mi tío? Caí en la cuenta y empecé a investigar. Herramientas, opciones de carpeta, ver y mostrar archivos ocultos. Cerré las pestañas y comencé a husmear.

Tan sólo había aparecido un documento más. Al parecer, el historial de una conversación.




PETERLUC78:

Inspectora. ¿Quería hablar conmigo?
LUCYPACKPUM:

Efectivamente. Supongo que estará puesto en el caso de su hermano.
PETERLUC78:

Siempre lo tengo presente.
LUCYPACKPUM:

Creo que debería de saber las novedades, señor Darling. Los asesinos de su hermano y mujer, han conseguido escapar.
PETERLUC78:

¿¿Qué?? Inspectora, usted me aseguró de que esos canallas no saldrían de la cárcel. Ya veo que aquí no se puede confiar ni en la seguridad.
LUCYPACKPUM:

Pero a cambio, antes de su huída conseguimos sacarle algo de información a la mujer. ¿Quiere saberla?

PETERLUC78:

Ya no sirve para nada. Pero dígamela.
LUCYPACKPUM:
Proteja a su sobrina, Sr. Darling. Van a ir a por ella. Como en antaño.


Me alejé del ordenador como si quemara. ¿Qué era esto? ¿Una especie de broma? Salté del sofá. Corrí hacia mi habitación y me encerré, cogiendo a Cachemir por el camino. Me tumbé en la cama y cerré la puerta con pestillo. Tan solo necesitaba olvidar. No había visto nada, ¿vale? Joder, pero es que sí que lo había visto. Los asesinos de mis padres…iban a por mi. Tal vez fuese eso lo que querían desde un principio.
¿Pero por qué? ¿Qué demonios tenía yo para que hubieran llegado hasta tal punto? Olvidar. Olvidar. Eso necesitaba. Venga, tú puedes Rose. Eres Rox la Siniestra, ¿recuerdas?
Puse PAINTING FLOWERS de All Time Low a todo volumen para ver si se me despejaba la cabeza. Estuve tanto tiempo pensando en dejar la mente en blanco que cuando lo conseguí, me di cuenta de que llevaba toda la noche en vela.
A las diez de la mañana, abrí la puerta de mi cuarto. Al igual que la noche anterior, no había nadie en la casa. Cachemir salió corriendo de la habitación, el pobre llevaba toda la noche ahí, asfixiado seguramente. Me dio un poco de pena pero luego se desvaneció al darme cuenta de que todo lo de ayer no había sido un sueño.
Entré de nuevo, abrí las cortinas y dejé que entrara la luz. Me puse unos pantalones pitillos negros, una camiseta de Cheshire y unas Converse verdes. Mi pelo seguía planchado como ayer.

Estaba a punto de irme a desayunar cuando llamaron a la puerta.
Me asomé por la mirilla. Una chica con extensiones rosas, verdes y malvas. Una camiseta de cerezas, un tutú rosa pálido, unos leotardos lilas y naranjas y unas converse de burbujas. No me sonaba su cara, la hubiera reconocido.
Abrí la puerta sin saber lo que me deparaba esa chica.
- ¿Si?- pregunté.
- Hola, Rose. Soy Anabel. Y tenemos que irnos.- Me contestó. La miré raro pero cuando fui a darme cuenta, estaba en medio del pasillo.
Y la puerta se cerraba sin que nadie la hubiera tocado.