.The_True_Tittle.

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~*Rose´s iPod*~

26 de septiembre de 2010

Capítulo 9.

-Nadie me ha dicho nada de ``esto ´´.- Señalé la pulsera con repulsión.

-Vamos, Rose.- Heath me la volvió a acercar. Intenté alejarme de él, pero había una pared a mi espalda por lo que no tenía escapatoria.- Sabes que debes ponértela. Todos aquí la llevamos.

-No. Yo no pienso llevarla.- Le esquivé y me senté en uno de los sillones de la sala común. Para mi desgracia, Heath tomó asiento a mi lado.

-En esta academia es fundamental. Sabes que mi madre no va a dejar que salgas siquiera de tu habitación si no la llevas.

-No.- Estaba indignada.- No pienso llevarla, Heath. No pienso llevar una maldita pulsera que le diga a todo el profesorado donde demonios me he metido.- Fue a replicar, pero le corté.- No. ¿ Qué parte del ``NO´´ no has entendido aún, Heath? NO hay más que hablar.

-Rose. No es solo una pulsera localizadora. También es un dispositivo de autodefensa y ataque. Nos avisa si hay algún ataque para prepararnos. Es necesario que le lleves.

-Pero Heath,- La cogí con la punta de los dedos índice y pulgar. Miré la pulsera asqueada.- ¿cómo demonios voy a conjuntarla con mi ropa? Siempre voy de negro y verde, y tú vas y me la das amarilla. - La miré de nuevo más detenidamente. Más que una pulsera, parecía como una muñequera de plástico.- Que color tan horrible.

-Eso no importa.- Puso los ojos en blanco.- Te la pondrás y punto.

Eso dio fin a nuestra pequeña disputa. Heath me mandó a arreglarme antes de que empezaran las clases a las 11. Me quedé un poco impresionada cuando me comentaron el horario de la academia: Las clases comenzaban a las 11 de la mañana. A las 14:15 se servía la comida. A las 16:30 volvías a las clases. Hasta las ocho del crepúsculo, donde te otorgaban media hora para cenar y el resto de tiempo libre hasta las 23:00.

Al fin y al cabo, esto no era una academia exáctamente normal. La mayoría de gente que estaba internada se conocía todo el reglamento a la perfección. Ya había visto la absurda pulsera en varias muñecas. Aunque la mayoría de ellas no eran amarillas, habían unas cuantas de colores chillones y fluorescentes. Al menos no sería la única llamando la atención.

Ya me conocía el camino hacia mi habitación. Apenas tardé unos tres minutos en subir hasta ella y entrar con la llave gemela que me había prestado Anabel. No había decorado demasiado mi lado de cuarto porque apenas tenía algo con lo que decorarlo. Lucy se había limitado a empaquetar mi ropa, mis libros, mis zapatos, y algunos objetos de afecto personal como un Ipod, un pequeño bolsito con maquillaje, y, para mi sorpresa, el portátil de mi tío.


Saqué unos pantalones oscuros, unas zapatillas negras y una camiseta marrón y verde. Mi cabello ya era liso de tanto utilizar la plancha, por lo que la coleta que me hice dio lugar a un amasijo de pelos pincho. Maquillé un poco a malas penas mis ojos y salí de la habitación con mi pequeño bolso de la Novia Cadáver, otra de mis pertenencias recordadas.

Aún había algunos alumnos rezagados en los pasillos de la tercera planta. Pero no veía a Lukas por ningún lado. Se suponía que sería él que me guiara hacia la clases, por lo de ser mi mentor y eso. La noticia no había sido precisamente la mejor desde que llegué a aquí, pero yo tenía muy claro que en cuanto me desenvolviera lo suficiente en la academia, él me dejaría en paz y todo volvería a ser normal, no en el sentido literal de la palabra, claro.

Últimamente, mi relación con Lukas no era muy buena. Aún no entendía porqué, ya que la primera vez que nos vimos, no sé, tampoco digo que hubiera feeling, pero tenía la sensación de que nos conocíamos. Sin embargo, ahora lo único que hacía era evitarme, gastarme bromas, dejarme en evidencia (cosa que me ponía de los nervios) y para colmo, ahora pretendía que llegara tarde a mi primera clase. Esta me la iba a pagar.

Caminé hasta el ascensor. Los últimos alumnos del pasillo ya estaban desapareciendo y me estaba asustando. Pero cuando la puerta se abrió respiré un poco aliviada y enfadada y…

- ¿Vamos o qué? – Adentré en el ascensor sin mirarle a los ojos y pulsó el uno.

- ¿Tienes por costumbre llegar tarde siempre a la clase? Sólo por curiosidad.- Soplé un mechón de pelo suelto que caía sobre mi ojo izquierdo.

- No, la verdad es que no. Pero hoy tengo escusa.- Esta vez sí que lo miré, y me arrepentí al instante. Tenía la esperanza de que los ojos hubieran cambiado de color.- Ya sabes, tengo que acompañar a la `` nueva ´´.

Enarqué una ceja, pero no tuve tiempo a responderle, pues la puerta se abrió y salimos al exterior. Le seguí un paso rezagada mientras le pegaba tirones a la pulsera escondida bajo una vieja muñequera negra. Se detuvo junto a una puerta doble al final del pasillo. La abrió y se colocó a su lado.

- Las damas primero.- Al menos era educado.

Me adentré en la sala. Era como un teatro, todo repleto de butacas, y en el final, una enorme pista de parquét. Vale, más que un teatro era como un gimnasio. La mayoría de alumnos ya estaban sentados en algunos de los asientos. Entre ellos pude distinguir a la tal Deborah, la rubia imbécil con la que me había cruzado el primer día. Lukas se situó a mi lado.

- Ven, vamos a sentarnos ahí.- Señaló unas butacas vacías en la segunda fila. Al lado de Eva. – Los primeros días deberías ponerte en las primeras filas, así no te perderás.- No repliqué, al fin y al cabo tenía razón.

Tomé asiento al lado de Eva, que al verme, me sonrió. No tuve tiempo de entablar una conversación con ella, ya que el profesor apareció de la nada.

- Buenos días, jóvenes Delphos.- Hizo una leve inclinación hacia nosotros.

Era un hombre joven, de apenas treinta años. Su cabello era pelirrojo oscuro, con unos restos de barba de tres días. Era un poco bajito, pero también delgado. Me miró, y dejé de inspeccionarle.

- Pero bueno, qué ven mis ojos… Si tenemos una alumna nueva…- Me instó a presentarme.

- Rose Darling, señor.

- ¡Oh no!- Se carcajeó, no se de qué.- No me llames señor, me haces sentir viejo. Llámame Christoph.- Asentí debilmente.- Bueno, hoy vamos a realizar una práctica. Os colocaré un moñeco de gomaespuma al final de la clase y ese será vuestro atacante. Debéis enseñarnos a todos vuestra forma de defenderos.

Perfecto. Y yo, que me acababa de enterar de que era una Delphos, lo iba a hacer divinamente (IRONIA).

12 de septiembre de 2010

Capítulo 8.

El St. Silver Academy era la escuela más bonita que jamás hubiera visto. Todo estaba ambientado en el S. XVI, con un enorme campus con fuentes y paseos. Lo único por lo que me quedé un poco pillada fue por el hecho de que Helena me dijese que éramos una especie en peligro. Teniendo en cuenta que en el campus a la hora del crepúsculo habían más de trescientos alumnos y profesores dispersados por todo el terreno. Supuse que la gran mayoría de ellos eran inexpertos como yo.

También tenía que mencionar el hecho de que, tal vez la mitad aproximadamente de los alumnos del campus eran niños. Pude distinguir en un grupito de cuatro a Cissy, la niña que me había acompañado en el tren.

Tan absorta en mis pensamientos me choqué con alguien.

- Lleva cuidado por donde pisas, imbécil.- Siguió caminando, pero la corté.

- Rubia tenías que ser.- Le solté con todo el enfado posible.

La aludida se giró y me miró mal. Luego me acordé de que seguramente sería una Delphos, por lo que me dio un poco de miedo lo que pudiera hacer con la mirada. Para mi suerte, Anabel apareció a mi lado como si llevara ahí todo el rato y me salvó de una muerte inminente.

- Deborah, tú por tu camino, y nosotras por el nuestro, ¿vale?- Dio por concluida la conversación y nadie se opuso. La tal Deborah, siguió caminando con un bufido en el ambiente mientras que Anabel me plantaba cara.- No debes meterte en problemas, Rose.

- Ha empezado ella.- Parecíamos niñas pequeñas. Enarqué una ceja.

- Rose, todos los que están aquí pueden hacerte daño si quieren. Son todos, no profesionales, pero sí expertos en su poder. Hacía tiempo que no venía nadie nuevo, así que supongo que tendrás que aguantar las críticas de ser la nueva…- Dejó la frase suspendida.

- Agh, odio ser la nueva.- Seguí caminando con mis maletas, mientras Anabel se ofrecía a llevarme la caja.

Justo cuando parecía que encajaba, irónicamente, en el instituto del Shakespeare High School, me tenía que cambiar. Cómo odiaba mi vida.

Miré hacia atrás para cerciorarme de que nadie me miraba de forma extraña o hacia gestos con la mano. Anabel se rió y me dio un pequeño empujón con la mano en la espalda, instándome a entrar en la estancia.

Era un amplio salón de actividades, con una televisión y cientos de sofás y sillones con pinta de ser muy cómodos. De repente me entraron ganas de sentarme en uno. Al fondo de la sala había una enorme puerta y a su lado derecho e izquierdo, unas escaleras.


- Es un ascensor.- Me indicó. Caminamos hacia él.- Las clases están en el primer piso. Las habitaciones en la segunda, tercera y cuarta planta.

El ascensor se abrió lentamente y de él salió una chica menudita, con un montón de pañuelos rodeándole el cuello. Tenía el cabello recogido en una larga coleta. Cuando nos vio, sonrió.

- Anabel.- Estaba un poco afónica.- ¿Quién es ella?- Me dedicó una sonrisa aún más profunda que la anterior. Menuda dentadura.

- Es Rose.- Miré a Anabel enarcando una ceja. No era necesario que respondiera por mí, podía hablar yo solita.

- Encantada, yo soy Eva Lynn, pero todos aquí me llaman Eva a secas.- Intenté sonreírle pero sólo salió una mueca extraña. Esto no era lo mío.

- Lo mismo digo.- Me limité a contestar. Eva hizo un pequeño gesto amigable con la mano pero sólo consiguió que casi se le escurrieran los folios que llevaba encima.

- Bueno, ya nos veremos por ahí.- Sonrió de nuevo un poco avergonzada y salió del ascensor con andares de bailarina, alejándose por la sala común, girando a la derecha y dejándonos vía libre.

Subimos al ascensor, un espacio para seis o siete personas, con dos espejos y un horrible tapiz de color topacio viejo. Anabel pulsó el botón 3 y comenzamos a subir.

- La madre de Lukas y Heath era la nieta del fundador. Ella restauró toda la academia después de un conflicto bélico. Por lo visto, no contrató a ningún decorador de interiores cuando se ocupó de esto.- Asqueó su rostro mirando el tapiz y las dos reímos. Era increíble como aquella chica tenía poder sobre mí. El ascensor se detuvo.- Ya hemos llegado.

Todo era un enorme pasillo de color beige, repleto de puertas a cada lado. Cada una de ellas tenía una plaquita colgada. La moqueta del suelo de color tierra se hundía mullida tras nuestro paso. Al instante reaccioné.

- ¿Voy a compartir habitación?- Ya debería haberme hecho a la idea. El colegio era grande, pero no lo suficiente como para almacenar y distribuir a todos los alumnos por cuarto individuales.

-Conmigo.- Me sonrió directamente y me percaté de que tenía unas pocas pecas en las mejillas.- Pero puedes considerarla tuya. Yo no duermo.

Vaya. Nada más llegar y tenía una habitación para mí sola, donde poder relajarme, escuchar música, etc. Recé por que Lucy hubiera incluido mis altavoces en la visita por mi casa. Esto si que era tener enchufe…

- Espera.- La frené. Había algunos alumnos en el pasillo que se giraban a mi paso. - ¿Cómo…? ¿Cómo que no…duermes?

- Bueno. Haber como te lo explico…- Se detuvo en una puerta. Leí la inscripción de la placa.

ANABEL PAANIX
ROSE DARLING


Abrió la habitación con una llave antigua y la seguí. Era una habitación bastante amplia para lo que yo había imaginado, con dos camas con bisel de un blanco transparente. Había dos armarios, dos mesillas de noche y una puerta, lo que supuse que sería el baño. Anabel me señaló cuál era mi cama y continuó.

- Yo no soy una Delphos normal.- se sentó en su cama.- No duermo porque, si lo hago, me convierto en un asesino. No soy consciente de mis actos. Y así murieron mis padres.

Se me erizó el vello de todo el cuerpo.

-Osea, eres como una especie de… sonámbula.

- Exacto, pero sólo si duermo. Si no lo hago, soy totalmente normal.- Se dejó caer hacia atrás en su cama. Yo empecé a desembalar mis cosas.- Me alimento de la vitalidad de los que duermen normalmente. Así no molesto a nadie y puedo mantenerme despierta. Tú ya has experimentado mi poder.

Claro que lo había experimentado. Recordé cuando salimos de mi casa. Con sólo tocarme había caído en un sueño profundo, y, cuando desperté, estaba en un lugar totalmente distinto.

- Entonces, ¿qué haces por la noche?- Pregunté con curiosidad.

- Normalmente estudio. Mi poder no está en ningún libro Délphico, por lo que tampoco puedo asistir a algunas de las clases ya que no tienen ningún sentido para mí. Me limitó a estudiar mis límites y posibilidades dentro de una batalla. Ahora he aprendido a controlar la absorción del vitae.- se incorporó y me tocó el brazo.- ¿Ves? Ahora puedo tocar a la gente sin dejarla inconsciente.- Me sonrió amablemente. Pude ver que ahora era feliz. No podía imaginarme la vida sin poder tocar nada.

- Bueno.- Suspiré ruidosamente.- ¿Y ahora qué?

- Ahora deberías saber algo.

- Dispara.- Cogí mi Ipod y caminé con ella hacia la puerta.

Antes de que ella tuviera tiempo siquiera de abrir la puerta, ésta se abrió ante nosotras. No recordé que Anabel la hubiera cerrado, por lo que supuse que alguien la había abierto desde fuera. Heath estaba apoyado en el marco, y Lukas, a su lado, tenía puesto un auricular en su oreja.

- Rose.- Heath me dedicó una media sonrisa a la que yo respondí con una cinco veces disminuida.- Te presento a tu nuevo mentor.

- Y ese es…- Miré hacia fuera sin ver a nadie. Pero si sólo estábamos nosotros cuatro aquí, y no iba a ser Anabel, ni Heath…- ¿Lukas?

- Yo tampoco quiero, pero me han obligado.- Dijo encogiéndose de hombros.

Desde luego, no todo iban a ser buenas noticias. Ahora empezaba la mala racha.

5 de septiembre de 2010

Capítulo 7.

La madre de Heath y Lukas era alta, no demasiado, pero esbelta y con una melena del color del carbón oscuro larga, hasta casi la cadera. Me pregunté si tal vez Heath había salido a su padre. Tan sólo me bastó una mirada de Helena, de un gris tan sobrecogedor como el de Lukas para cerciorarme de que Heath podía haber pasado por un completo desconocido en cuanto a aspecto.

- Bienvenida, Rose.- Se acercó un poco a mí y me instó a acercarme a ella. La seguí como si estuviera hipnotizada pero con la certeza de que esta vez era por voluntad propia. Creo.- Espero que te sientas cómoda en el trayecto a tu nuevo hogar.

- ¿Nuevo hogar?- Apenas podía tragar.- Esto…bueno, esto tiene que ser un error. Se han debido de equivocar.

- Eres Rose Darling.- No era una pregunta. Asentí.- Tu mentor en este momento y desde la muerte de tus padres es Pete Darling.- Volví a asentir ahora con más inseguridad por el hecho de que aquella mujer supiera mi vida. Prosiguió.- Tienes problemas y un trauma relacionado con el incendio que provocó la muerte de tu padre y del que misteriosamente saliste ilesa.

- El incendio no provocó la muerte de mis padres.- La corregí.- Fueron asesinados delante de mí. Y no pude hacer nada así que no me lo eche en cara.

- No te estoy echando en cara nada. Tan sólo estoy leyendo tu `` currículum vitae ´´ - Siguió con una sonrisa amable en los labios. Mi ataque no le había afectado.- Bueno, supongo que lo primero que debes hacer es firmar. – Me acercó un pedazo de tocho con miles de hojas. Si tenía que ponerme a leer, iba apañada. Por lo visto vio mi expresión y soltó una leve carcajada.- Tranquila, Rose. Es la historia de tu vida, no es necesario que la leas. Ya lo he hecho yo por ti.

Me asomé por encima de las miles de letras que reinaban en el folio lo cual quería decir que era cierto. Alguien se había dedicado a escribir mi vida. En cierto modo, no sabía si eso era bueno, pero me estaba empezando a asustar todo este embrollo. Decidí echarle un vistazo para cerciorarme.

17 de Marzo, 08:02 A.m., año 2008:


Rose sale de casa temprano. Dice que va a ir estudiando por el camino el examen de 4ª hora.

Salté un puñado de hojas.

19 de Julio, 12:32 P.m., año 2008:


Rose acaba de salir de casa para ir a la tienda de Ricco. Ese chico me trae mala espina, es demasiado amable con ella. Debe de querer algo.


10 de Julio, 14:09 P.m., año 2008:


Rose llega a casa con un CD versión extendida de Fall Out Boy. Dice que se lo ha regalado Ricco por su ayuda. También ha soltado un ``todo el mundo debería ser como él ´´. Definitivamente, o el chico quiere algo o es demasiado generoso como para vivir en Long Beach.

Vale, estaba clarísimo que mi tío Pete había escrito todo esto. Sólo él podría estar controlando las horas punta en las que salía de casa. A donde iba. Qué hacía. Incluso cuál era mi ánimo en el momento. Dejé de leer y levanté la vista del papel para ver que todos los que estaban en la sala me miraban expectantes. Entonces me acordé de lo de la firma.

- Oh. La firma.- Mientras me apresuraba a firmar, alguien soltó un bufido. Supuse que sería Lukas.

Una vez estuvo todo el papeleo resuelto (una sola firma), para algo que aún no me había explicado, Helena me hizo sentarme en una silla en medio de la sala, mientras ella se colocaba frente a mí, y los demás se acomodaban a mi alrededor. Parecía a punto de decir algo cuando la puerta del cuarto se abrió estruendosamente. Helena puso cara de disgusto.

- Adelante Lucy.

Entró una chica de unos veinte años, tal vez más joven, pero aparentaba el doble de edad que Helena, aunque cualquier persona la aparentaría. La chica, con unos vaqueros cortos, unas chanclas y una camiseta verde, con el cabello recogido en un moño, iba cargada con dos enormes maletas y dos cajas. Cuando traspasó el umbral, se tropezó con la moqueta y calló de morros al suelo. Ninguno se levantó a ayudarla.

Me incorporé un poco y finalmente me acerqué a ayudarla a recoger los trastos del suelo, que poco después descubrí que eran mis cosas. Mi ropa, mis zapatos, mis libros, mi Ipod… La miré un poco asustada. Ella se rió de su torpeza haciendo caso omiso a mi mueca.

- Oh, lo siento. Siempre olvido que hay moqueta. Se va tan cómoda que apenas se nota.- Se sacudió un poco la ropa.- Soy Lucinda Pack, pero llámame Lucy. – Me extendió la mano y cuando fui a estrechársela, la apartó súbitamente.- Será mejor que no lo hagas. La última vez que alguien me estrechó la mano murió electrocutado.- Me envaré pero ella esbozó una leve sonrisa.

- Lucy, la próxima vez limítate a llamar a la puerta.- Gruñó Helena. Ahora realmente parecía una madre enfadada. Lucy se inclinó levemente como modo de disculpa y se dio la vuelta para salir de la habitación afligida y sin decir nada.

Me giré y miré a Helena con un poco de miedo, pero ésta ya había recuperado la compostura y su cara mostraba de nuevo una mueca amigable, como si Lucy no hubiera aparecido en la habitación.

- Bueno…- Me instó con la cabeza a que me sentara de nuevo en la silla. Tome asiento con velocidad, no fuera a ser que alguien la interrumpiera de nuevo.- Rose, ahora eres oficialmente una alumna del St. Silver Academy. Para que comprendas bien lo que te está ocurriendo, tan sólo tendrás que saber qué eres. Eres un Delphos.

- ¿Un qué?- Interrumpí. Al instante me arrepentí, pero ella pareció tomárselo bien. Anabel y Heath sonrieron.

- Eres un mutante.- Soltó Lukas.

Le miré asustada. Eso era mentira. Yo no era normal, era rara. Pero…¿un mutante?

- Lukas. Cuando quiera que hables, ya te lo pediré yo.- Le reprendió su madre. Lukas me miró envenenadamente, como si yo hubiera sido la culpable.- Rose, todos somos Delphos. Somos una especie de raza en peligro de extinción. Por eso murieron tus padres. Belikova quería que tus padres te entregaran. Ellos se opusieron.

- ¿Qué querían de mí? Soy normal. Soy…- Tenía ganas de llorar. Últimamente lo hacía muy a menudo. Y eso se significaba que me estaba volviendo blanda. Me prometí a mí misma que sería fuerte.

- Rose, el incendio no lo provocaron ellos. Lo provocaste tú.

Shock. Así me encontraba yo. Estaba pero no estaba en esa habitación. Era extraño ver como en realidad, todo lo que estaba diciendo Helena, cobraba sentido ahora. El cigarro incendiado. El dolor de cabeza posterior…Fue exactamente el dolor que sentí cuando mi casa empezó a arder.

- Rose, todos nosotros tenemos una especialidad.- Señaló a Heath.- Él fue capaz de localizarte con solo ver un foto tuya. Por eso se chocó contra ti en aquella calle, todo estaba preparado.

- No fue un accidente…- murmuré.

- No era mi intención caer encima tuya y que te quedaras inconsciente. Sólo tenía que cruzarme contigo, pero el suelo estaba escarchado y no soy nada bueno en los deportes.

- Lukas,- ahora le miró a él.- él es el que maneja todo aquello que tiene que ver con el hielo. Por eso siempre es tan frío.- Lukas levantó una ceja en respuesta.- Yo, Rose, soy capaz de privarte de todos los sentidos si así me place. Y bueno, tú… Creo que ya sabes lo que eres. Un Delphos del fuego. El más ancestral de todos.

Sonreí. Tan sólo pude decir una cosa.

- Guay.