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~*Rose´s iPod*~

16 de enero de 2010

Capítulo 3.

Ruido. Mucho ruido. Todo estaba negro, no veía nada. Aunque por otra parte, ni siquiera estaba segura de si tenía los ojos abiertos. Mi cuerpo no reaccionaba por lo que no me molesté en intentarlo. Más ruido. Luego, el claxon de un...¿Coche? Tal vez una furgoneta. Y más tarde, murmullos. Murmullos que iban aumentando de volumen hasta acabar convirtiéndose en gritos. Joder, ¿no se íban a callar? Intenté decirles que se callaran, que me rabiaba la cabeza de dolor, pero ningún sonido salió de mi boca. !Qué frustración! No podía moverme, ni hablar y tampoco sentía nada. Pero sí podía oír. Y muy bien, diría yo. Espera. Entonces...¿Por qué tan sólo sentía este horribles dolor de cabeza? Por favor, que alguien me la cortase o no aguantaría más.

- ¿Qué ocurre?- Preguntó alguien. Su voz era grave y tendría que ser un hombre. No sabía a quien le hablaba pero lo hacía con urgencia.

- Me he chocado con ella.- Esta voz era distinta. Más joven.

- Te tendré que confiscar el patín.- Comentó la voz grave.- Señorito, imaginese que en vez de ser esta chica, hubiese sido una persona anciana. La hubiese matado.

- ¿Que?- Renegó la otra voz.

- Esto es un atropello.- No puedo estar más de acuerdo, pensé con ironía.

- ¿Qué atropello? No había nadie en la calle. ¿Yo que sabía que una tía iba a ir por mitad de la carretera en medio de una nevada?- Ahora me enfadé. Yo no era ninguna ''tía''.

Comencé a experimentar el frío del suelo en mi espalda mojada. Bueno, eso era buena señal. Instantes despues sentí un horrible pinchazo en la cabeza y grité. Esta vez de verdad.

-¿!Qué le pasa!?- Dijo la voz grave alarmada.

- ¿Y yo que coño sé?- Respondió malhumorado el joven.- ¿Cree que soy médico?

- Heath, apártate de ahí.- Todo se calmó. Esta voz no era ninguna de las anteriores. La hubiese reconocido. Era un sonido gutural, pero a la vez joven, maduro y firme. De los que no se andan con rodeos. Estaba claro que era un chico.

Y entonces, abrí los ojos. Despacio, mis ojos se acostumbraron a la poca luz que había en aquel sitio. Me habían movido, pues segundos antes estaba en el frío y húmedo suelo de la acera de esa avenida. Lo primero que vi fueron dos cabezas. Uno era un chico de mi edad, con el cabello largo y despeinado. Seguramente de color castaño claro, pero estaba mojado, por lo que parecía más oscuro. La segunda cabeza era mayor. Quizás cuarenta años. No tardé en ver el traje con vendas reflectantes y la placa. Un policía. Y otro pinchazo. Volví a gritar.

- Hay que llevarla al hospital.- Dijo el policía. Parecía preocupado.

- ¿En monopatín?- Dijo el otro chico irónicamente.

Una y dos cabezas. No podía ser, me faltaba una más. Busqué con la mirada pero entonces, una mano se posó en mi frente. Estaba helada y mi cabeza agradeció ese contacto. Respiré profundamente y cerré los ojos para abrirlos un segundo después. Me sentía mejor. Localicé al propietario de esa mano detrás de mí, desde arriba, con los ojos cerrados. Tenía el pelo sobre los ojos, también mojado pero se notaba que era muy oscuro. Parecía concentrado en algo. Y abrió los ojos. Me mareé al impactar mi mirada con la suya, de un gris ceniza. Me mantuvo la mirada unos instantes de silencio, en los que pareció pararse el mundo. Alguien carraspeó y parpadeé. Su mano se separó de mi frente, llevándose con ella la sensación de frescor. Me dió un escalofrío e incorporándome, suspiré. Me apoyé en las dos manos y me levanté. Tres pares de ojos me observaban, y unos de ellos, grises como las nubes, me inquietaban hasta tal punto que tuve que apartar la vista.

- ¿Qué?- Pregunté desorientada. El chico castaño comenzó a reír, al igual que el policía. El otro se limitó a observarme y esbozar  un leve sonrisa.

- ¿Estás bien?- Dijo el policía. Se notaba que ya estaba más relajado.

- Supongo que sí. - Me encongí de hombros. Y me acordé.- Será mejor que me vaya a mi casa. Me duele bastante la cabeza. Y mi tío tiene que estar que trina...- Comencé a andar hacia la puerta de salida., pero una mano me detuvo cogiéndome del hombro. Me giré para ver al policía sacando  una pequeña cartera con una placa que ponía:

- Director Jefe, Domingo Osment.- Le miré raro y sonrió a malas penas, levantando su pequeño bigote hacia arriba.- Señorita, aunque se encuentre bien, es mi obligación acompañarla a su casa. Son normas.

-¿Qué? Ni de coña.- Respondí malhumorada. Había visto una película en la que un policía raptaba a una chica cuando se ofrecía a llevarla a su casa, pues era de noche. Miré hacia la ventana del establecimiento. Efectivamente, ya era tarde y solía anochecer antes. Por lo del horario de invierno. Tan sólo se veían los copos caer. Domingo estaba esperando.- Gracias Sr. Osment, pero mejor llamo a mi tío y viene a recogerme, ¿si?

- Lo que usted diga.- Y se cruzó de brazos a esperar a que lo llamara. Palpé mis bolsillos en busca del móvil. Lo saqué y casi me muero. Del golpe y la caída, la pantalla estaba resquebrajada y no se encendía, pues se había mojado. Menuda faena. Domingo se percató de mi cara y sonrió.- Veo que no va a tener más remedio que dejar que la lleve, Señorita...

- Rox... Rose Darling.- Dije. Y al instante me arrepentí. ¿Por qué le había dado mi nombre a un desconocido? Ahora que me paraba a pensarlo, nunca había oído hablar que el Director Jefe de Policía se llamase Domingo Osment. Mi cara debió de ser un poema, pues El chico castaño sonrió y se puso entre el Sr. Osment y yo. Me cogió del brazo y dijo:

- Rose, yo soy Heath. Y el es mi hermano Lukas.- El aludido levantó un poco la cabeza en señal de saludo.- Entendemos, Sr. Osment, que Rose está un poco asustada. Si quiere la acompañaremos nosotros. No tenemos prisa.

- Pues sí que parecían tenerla cuando la ha atropellado con el monopatín.- dijo el Policía irónicamente. No se iba a dar por vencido.

- Ah, eso.- Me miró de nuevo y me dijo en voz suave.- Lo siento. De verdad que no te he visto.- Volvió a centrar su atención en el hombre y continuó argumentando.- No era prisa. Simplemente... Simplemente Adrenalina.

- Adrenalina...- Dijo Domingo no muy convencido. Me señaló con un dedo.- ¿Estás de acuerdo?

- Eh...- Todos me miraban de nuevo. Eso era trabajar bajo presión.- Sí. Si quieren acompañarme, que lo hagan.

- En ese caso...- Guardó de nuevo la placa y se dió la vuelta.- Espero no volver a verla en esta situación Sta. Darling.

Acto seguido se dió la vuelta y se volvió a sentar en la barra del bar. Me giré a mirar a los dos chicos que supuestamente eran hermanos. Y es que cualquiera lo diría, porque no se parecían en nada. Los ojos de Heath eran de un color miel, tan claro que al reflejo de la luz parecían amarillos. Y los de Lukas... Eran...La palabra sería, hipnotizante, devastadora... Bah, no habría palabra. Heath tiró de mí fuera del bar y me solté.

- ¿Qué haces?- Le dije. Me miró extrañado.

- Acompañarte a tu casa. ¿Tienes amnesia?- Me soltó. Le miré mal. En ese momento salió Lukas del establecimiento, con un vaso en la mano.

- No necesito que nadie me acompañe a mi casa.- Le contesté. Lukas se acercó a mí y me tendió el vaso. Le miré extrañada.

- Ten.- Cogí el vaso. Lukas era un poco más alto que yo. Quizás un metro setente y siete o así, del metro setenta mío.- Es para el dolor de cabeza.- Bebí de un trago y al instante me arrepentí. Estaba amargo y asqueroso. No lo escupí por respeto y por que supuse que sería bueno para mi cabeza.

- Gracias.- Le devolví el vaso. Lo llevó de nuevo al interior del bar para luego volver.

- ¿Vamos o qué?- Me instó. Esta vez no reproché. Lukas imponía respeto. Y mucho.
Comenzamos a andar en dirección a mi casa cuando les dije por donde era. Lukas se adelantó y yo me tuve que resignar a mantener una ''fluida'' conversación con Heath.

- Con que Rose, ¿eh?- Dijo. Se metió las manos en los bolsillos.

- Pues sí.- Suspiré y añadí.- Con que Heath, ¿Eh?- Me miró y los dos reímos.
Miré hacia Lukas. Caminaba solo por la calle y se había cubrido la cabeza con el gorro de la sudadera. Andaba cabizbajo y no lo había visto echar una mirada en nuestra dirección en ningún momento. Tenía el presentimiento de que no le caía bien.

- ¿Le pasa algo a tu hermano?- Pregunté lo suficientemente bajo como para que no me oyera.

- Que vá.- Me contestó.- Siempre es así. Está en su mundo.

- Ah.- Me limité a decir.

Llegamos hasta el portón del edificio Callenghan. Lukas se había detenido hacía rato y me sorprendió que se acordara del nombre de la casa. Pasé entre ellos. Y llamé al timbre. Me sentía incómoda teniendo detras a dos chicos más raros que un bocadillo de pipas. Y me incomodaba más uno que otro, no hace falta decir cual.
- ¿Sí?- Dijo la voz de Suzanne.

- Suzanne, soy Rose. Abre la puerta, por favor.

- Prepárate para una buena...- Me susurró mientras que se abría la puerta. Colgó el pinganillo.

Me giré hacia Lukas y Heath, que me miraban esperando. Titubeé y al final escogí las palabras.

- Gracias por acompañarme.- Dije.- Los dos.

- No hay de qué, Rose.- Dijo Heath. Se adelantó y me dió dos besos en las mejillas.- Espero que volvamos a vernos por ahí. Y también que no sea de la misma manera de hoy.- Se sonrojó.- Siento lo del atropello.- Le sonreí. Lukas se adelantó y me dió una tarjeta.

- Si te duele la cabeza, llama aquí. ¿Vale?- Le miré extrañada. Definitivamente, no se parecían en nada.- Prométeme que llamarás.

- Está bien.- Dije tras pensarlo un rato. Me miró con aquellos ojos que quitaban el aliento y sin saber por qué, le abracé a él también.- Gracias por lo del bar. Realmente sentía que me iba a explotar la cabeza.- Noté como reía. Y me dí cuenta de que seguía estando helado.

Me despedí de ellos y entré en el portón. Miré el movil roto y me reí. Y me acordé del iPod. Recé por que no le hubiese pasado nada mientras rebuscaba en los bolsillos de mi pantalón. Ahí estaba, sano y salvo. Respiré aliviada. Todo había quedado en un susto. Y se me calló el papel al suelo. Lo recogí y leí.
697231422
Tan sólo ponía un número de teléfono. Y no sabía por qué pero tenía la extraña sensación de que llamaría a ese número, algún día. Aunque estaba claro que no sería con mi móvil.

13 de enero de 2010

Capítulo 2


Caminé hacia el ático en el que vivía con mi tío Pete y su novia, Suzanne. Hace algún tiempo, llegué a pensar que a Pete le gustaba la Sta. Nerg, pero me demostró que no cuando me trajo a casa y Suzanne estaba esperando con su típica pose de jarrón-por-qué-habéis-tardado-tanto. A veces me ponía de los nervios pues tenía un horrible acento de no se dónde y con su choque impaciente del pie sobre la moqueta. Pero era buena mujer, o al menos eso parecía.

Grandes escaparates se lucían y brillaban haciendo que te detuvieras a admirarlos y contemplar los objetos inútiles que promocionaban. Estaba demasiado visto, por lo que apenas quedaba gente que parara a mirar o si entraban a comprar, no era por el escaparate.

Pasé por Soul-Pop. Entré en la tienda de Cd´s más famosa de Long Beach. Ricco, el dependiente, apenas tenía dieciséis años. Era moreno, con el pelo corto y unos enormes ojos color marron claro. Suponía que era alto pues apenas recordaba el hecho de verlo levantado de su silla. Era delgado, eso sí. La música era su pasión y tocaba piano, guitarra, batería y bajo. Él era su propio grupo. Me daba un poco de pena verlo todos los días, sentado sobre la silla en el mostrador, oyendo con los ojos cerrados sus canciones favoritas. Era un chico extrovertido e independiente que no iba al instituto por motivos de trabajo. Sus padres lo habían dejado a cargo de la tienda pues era un chico joven y eso acrementaba las ventas más que si estuviese ellos trabajando a sus cuarenta años. Menuda injusticia.

- Hey, Rose.- Me saludó con su típico: choque de puños, explota y quema. Le sonreí.

- ¿Qué tal, Ricco?

- Tirando. Hacía dos días que no te veía. Pensaba que te había pasado algo.-Se apoyó sobre el mostrador, colocándose los auriculares en el cuello.

- Exámenes y todo eso.- Le contesté encogiéndome de hombros. Era cierto que solía pasarme las tardes allí. Algunas veces le ayudaba a vender, sin cobrarle, claro.

- Pero, ¿no deberías estar en clase?- Dijo mirando el reloj situado al final de la tienda.

- No me encontraba muy bien. Voy a oír algo por ahí y me largo.- Le señalé. Mi tío no tardaría en llamar para preguntar.

- Claro. Lo que quieras.- Me instó con la cabeza y volvió a colocarse sus auriculares azules cantones.

Me dirigí a la parte interior de la tienda. Allí encontré unos grandes auriculares. '' Mis CASCOS''. A la gente que frecuentaba la tienda no le gustaban porque eran enormes y verdes. Y precisamente ''eso'' era su encanto. Escogí la canción You're Going Down de Sick Puppies. Mientras que la oía, comencé a caminar recorriendo la tienda, de un lado a otro, visualizando por tricentésima vez todos los discos postrados en las estanterías, algunos con una fina capa de polvo. Esperando a que alguien los comprara.

Noté como me vibraba el movil. Ya decía yo que estaba tardando demasiado. Descolgué.

- Tío Pete.

- ¿Qué es eso de que te has ausentado?- Medio gritó. Apostaba mi paga de cinco semanas a que Suzanne estaba a su lado y se estaba haciendo el duro.

- No me encontraba bien.-Argumenté.- Ya iba para allá.

- ¿Te encuentras mal?- Ahora su tono de voz era de preocupación.

- No mucho, ya estoy mejor.- Me corregí.- Pero la cabeza me va a estallar.

Era cierto. Desde que había saltado la valla del instituto, o más bien desde el encuentro con aquel chico del pitillo, me sentía fatal. Sentía como una especie de presión de las sienes. Como si hubiera aire en el interior de mi cabeza y éste luchara por salir sin éxito. En resumen, me iba a explotar de un momento a otro.

Aproveché esa pequeña pausa de silencio para dejar los casco en su sitio.

-No tardes.- Sentenció de golpe.

Andé con paso ligero hacia la salida. Sonreí a Ricco, que levantó la mano en modo de despedida y salí de la tienda.

El aire frío me golpeó en la cara, despeinándome y dejándome la frente al descubierto. Odiaba eso. Mi frente era horrible. Pequeña. Tanto, que a veces me daba verguenza. Por ello siempre llevaba el flequillo más bien cortito para que no se moviera de su sitio.

Las vacaciones de Navidad estaban muy cerca. Apenas a semana y media, y no me había parado a pensar en ellas. Ya se iba notando el ambiente en la calle. En algunas tiendas, los dependientes estaban en su interior. O bien incrementando las ventas, o bien colgando adornos y guirnaldas para que éstas subieran. Era un verdadero ciclo.

Noté una leve caricia en la nariz, que apenas segundo despues se convirtió en una pequeña gotita de agua. Sonreí y miré hacia el cielo gris. Estaba encapotado y cubierto de nubes oscuras que avecinaban tormenta. Y comenzó a nevar. Las personas que iban andando echaron a correr porque se mojaban o simplemente se limitaban a meterse en algún local climatizado. Seguí caminando viendo como caían los diminutos copos de nieve que hicieron que el suelo se encharcara al poco tiempo. Me daba igual mojarme. Me aclararía las ideas y me ayudaría a pensar.

Entonces tuve un mal presentimiento, un escalofrío comenzó en mi nuca y terminó en los tobillos. Como cuando sientes que alguien te observa. Me giré sobre mis talones y no tuve tiempo de reaccionar.

Se abalanzó sobre mí.

8 de enero de 2010

Capítulo 1


- Rose Darling.
- Presente.- Contesté con un hilo de voz.
 Rose Darling. Rox la Siniestra para la gran mayoría de alumnos del Shakespeare High School. Bobadas. Que nadie tuviera los suficientes cojones para acercarse a hablar conmigo me convertía en ‘‘MARGINADA ´´. Que me pasara las tardes enteras en mi cuarto oyendo Sum 41, Green Day, Blink 182 y There For Tomorrow, me volvía ``OSCURA ´´. Y que a menudo vistiera de negro, con sudaderas, Convers y Bambas de Skate, me hacía ``Siniestra ´´. ¿Que cómo se entera la gente de esto? Ni siquiera yo lo sé.
 La Sra. Mars era un auténtico TROLL en toda regla. Piernas rechonchas, pies tan sumamente embotados que apenas le cabían en los zapatos Victorias que llevaba poniéndose desde, Dios sabe cuanto tiempo, sin contar la horrible camisa roja con lunares blancos que se ponía día sí, día también. Brazos de camionero, pelo graso de color rubio de bote y un par de gafas de culo de vaso del año de la pera. Lo que yo te diga, un auténtico TROLL.
- Abrid el libro por la página 124: Macromoléculas del átomo.-Cogí el material de la mesa de al lado pues nadie, menuda novedad, quería sentarse conmigo. ¿Por qué le daba tantas vueltas? En el fondo me daba realmente lo mismo. Desconecté.
 Mi vida como estudiante de 1º de Bachillerato no era nada novedosa ni espectacular. Asistía a clase por la mañana y estudiaba por la tarde. Fin del asunto. No me interesaba el equipo de animadoras, ni el club periodístico y, a diferencia de la gran mayoría de chicas del instituto, no estaba para nada interesada en los bañadores que llevaban puestos los chicos del equipo de natación. Menuda chorrada. Prefería leer a Bram Stoker y Anne Rice. Amaba los vampiros. Incluso a veces soñaba con ser uno de ellos y poder matar a… Bueno, dejémoslo ahí.
 A menudo pasaba las clases de Biología de la Sra. Mars cavilando sobre mi futuro y mis posibilidades como estudiante. Vale, sí. Se me daba bien estudiar y todo eso. ¿Pero qué quería yo realmente?
-¡Mike!- Gritó la Sra. Mars sacándome de mis cavilaciones. El aludido pegó un brinco despertando de su corto descanso. Reí por lo bajo.- ¿Qué acabo de decir? ¡Repítelo!
- Em…- Se restregó los ojos.- ¿Que los perros liderarán el planeta?- La profesora cogió el bolígrafo rojo y sacó la libreta de negativos. Mike se alarmó.- ¡Espere! ¿Qué los perros son más inteligentes que los humanos? ¿Era eso?- La clase rió.
- Más que usted seguro que sí.- Cantó la profesora mientras que ponía una pequeña marca roja en el historial de Mike.
Mike no era lo que se dice literalmente ‘‘mi amigo’’. Era quizás el único compañero de clase con el que tenía algo de relación. A veces coincidíamos en una tienda de discos llamada Soul-Pop, y esto había conllevado a una serie de saludos y despedidas cuando nos cruzábamos por los pasillos. El pobre chaval era un negado para los estudios y ni siquiera sus padres, ministros de Cultura de los Ángeles, podían obligarlo a sentarse delante de un libro.
 Definitivamente, Mike Trendy le tenía fobia a las letras. Sonó el timbre. Los alumnos comenzaron a recoger sus objetos personales. Cerré mi bandolera de La Novia Cadáver y salí andando tranquilamente mientras los demás comenzaban a levantarse. Dios, eran sumamente lentos. Caminé esquivando a todos los alumnos que salían en tropel de las aulas para posteriormente adentrarse en aquellas en las que les tocara las siguientes materias. Entré en el aseo y tiré mi bolso sobre un lavabo. Me miré en el espejo sucio y resquebrajado por las esquinas. Mi pelo perfectamente planchado y negro con extensiones en verde oscuro, el perfilador de ojos en su sitio, los ojos verdes no estaban colorados y la pequeña estrella de cinco puntas bajo mi oreja derecha. Entonces, ¿por qué me sentía tan mal? Me lavé las manos, cogí mi bolso y caminé decidida hasta secretaría. No me sentía bien como para seguir dando clase. Esperaba que la sta. Nerg me entendiese. Ella fue la unica que se mostró simpática cuando llegó a su despacho una chica de 12 años vestida de negro y con extensiones verdes que no quería ir a clase porque sus padres habían muerto.

~ ~ Mis padres murieron cuando estaba a punto de pasar al instituto. Fueron asesinados delante de mis ojos. Tenían deudas que no tenían nada que ver con el dinero. Un día que estaba en el colegio, comenzó a nevar y los profesores se vieron obligados a suspender las clases. Mi tío Pete me recogió en coche y me dejó en la puerta de mi casa. Se despidió de mí y se marchó. Descubrí que la puerta estaba abierta y dentro de la casa se oían voces. Corrí feliz al encuentro de mis padres pero me detuve en seco al comprobar que no estaban solos. Me escondí tras el marco de la puerta sin ser vista. En el interior del salón habían un hombre bajo y con perilla. A su lado, una mujer alta, esbelta y con muy mala cara. Discutían con mis padres.
- Todavía no podemos entregarsela.- Decía mi padre. Mi madre movía las manos. Estaba nerviosa.- Necesitamos más tiempo.
- Tiempo es justo lo que no tenemos.- Sentenció el hombre. Y sin previo aviso sacó una pistola y apuntó con ella a la cabeza de mi padre. 
- !NO!-Gritó mi madre. El hombre apretó el gatillo perforando la frente de mi padre que se desplomó en el suelo como un peso muerto.
Mi madre intentó atacar al hombre con una lampara, inepta de ella, pero la mujer sacó una navaja y tirándola al suelo de una patada, le asestó una, dos, tres, cuatro y hasta cinco puñaladas en el abdomen. Aguanté un grito de ira mientras veía como se marchaban tranquilamente por la puerta. Salí corriendo hasta mis padres. O lo que antes eran mis padres. Acaricié el pecho de mi padre y toqué delicadamente el pelo siempre sedoso de mi madre, ahora empapado en sangre. Miré las cortinas del salón para no tener que observar por más tiempo los cuerpos de mis padres. Y miré hacia el sofá. Y fue entonces cuando todo empezó a arder. ¿No habían tenido suficiente con asesinarlos a sangre fría? ¿Tenían que quemar la casa inclusive? Pero mi rabia había desaparecido. Me sentía terriblemente cansada. Y me desmeyé sobre mis padres...~~

Cuando desperté estaba en casa de mi tío Pete. Llevaba más de doce días en cama y mi tío hablaba de cambiarse de casa. Poco después nos mudamos a Long Beach, cerca del estado de Los Angeles. No comprendí por qué nos marchábamos tan lejos de mi antigua casa. Y ni aún ahora lo sé. 
Llamé a la puerta del despacho de la sta. Nerg. No contestó nadie por lo que me limité a entrar. No estaba y me decepcionó encontrar la salita vacía, con tan sólo el pequeño radiador que daba lugar a un calor sofocante dentro de la habitación. Cogí un post-it de su mesa y escribí:
ROSE DARLING SE AUSENTA LAS PRÓXIMAS TRES HORAS POR NO ENCONTRARSE EN CONDICIONES PARA SEGUIR ASISTIENDO A CLASE A LO LARGO DEL DÍA
ATTE: Rose. 
Pegué el papelito en su tablón de trabajos pendientes y salí al pasillo ahora vacío pues la gran mayoría de alumnos ya estaban en sus respectivas clases. Caminé observando la gran hilera de taquillas verdes. Sonreí al distinguir la mía de color negro, a diferencia de las demás. Había sido una novatada de primer curso, pero me gustaba como había quedado. Metí el código y abrí el candado. Dentro era como... Mi armario. La puertecilla tenía en su interior miles de pegatinas con recados, fotos de Green Day, conjuntos de ropa, corpiños y demás que había visto en tiendas de ropa, la primera foto que le eché a mis deportivos de Skate negros y rojos... Todo un baúl de recuerdos. Dejé algunos libros y cogí mi iPod verde oscuro para posteriormente cerrar la taquilla y dirigirme a la puerta principal. Salí al exterior. El patio estaba desierto a excepción de los típicos ``niños ricos´´ que se creían los interesantes por saltarse las clases, fugarse y fumarse algún que otro cigarro.
Pasé por delante de ellos sin decir nada ni dirigirles una mirada. Comencé a escalar la verja para saltar al otro lado. Ya lo había hecho algunas veces. Pero cuando tenía medio cuerpo en la calle y la otra mitad aún en el instituto, alguien me agarró de mis convers negras. Miré a aquel idiota que quería que volviese a entrar en el recinto escolar. No estaba de humor para discutir y giré la cabeza apesadumbrada. Tampoco me apetecía tener que hablar con un pringado-niño-rico-con-cigarro-en-la-boca. Le miré fijamente a los ojos castaños y no iba a ser yo quien apartase la mirada. Pero el inútil no soltaba. Al final me rendí.
- ¿Me sueltas la pierna, por-fa-vor?- Enfaticé las últimas palabras. Primero rieron sus amigos, y luego él. Pero a mí no me hizo ni pizca de gracia. Y no se dignó a soltar su presa (mi pierna). La sacudí y le miré con ira.- He dicho...que...me...!sueltes!- Y su pitillo se prendió fuego.
Pero no como quien enciende un cigarro con su mechero. Ardió entero. Se quemó los labios y escupió lo que le quedaba de tabaco como un poseso. Aproveché ese instante en que me soltó para terminar de saltar la valla y cruzar la calle. ¿Qué acababa de ocurrir? A saber qué llevaría ese cigarrillo para que prendiera fuego.
- !Serás...Bruja!- Oí que me gritaba. Me giré para ver como sus amigos se acercaban a él y más tarde, tiraban sus cigarros al suelo para no correr la misma suerte de su amigo. Reí.
- Que más quisiera yo...- Dije para mis adentros.





4 de enero de 2010

Comienzo y Prólogo.

Rose siempre está en su mundo. Toda su vida se gira en los estudios. No tiene amigos. Ni padres. Vive con su tío desde aquel incendio. El que le cambió la vida.

El problema aparece cuando Rose se da cuenta de que es ajena a todo lo que le rodea y de que además, todo lo dicho antes, tiene una relación y gira en torno a ella.

Todo empieza a complicarse cuando descubre que ella no es normal. Que es diferente. Aunque claro, eso ella ya lo sabía.

Una serie de hechos ocurren...y no dejaran a nadie a salvo en la realidad. Por que cuando alguien te persigue, debes sacar todas tus armas.


Esta historia es el comienzo de una idea que surgió hace mucho tiempo, pero que voy desarrollando conforme escribo. Gracias a toda la gente que la lee y que me deja comentarios con sus opiniones, es muy importante para mí.^^
Si tenéis alguna pregunta o algo no dudeis en hacérmelo saber en Tuenti, Rose Darling Blake, o por vía e-mail: rox_la_siniestra@hotmail.es