.The_True_Tittle.

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~*Rose´s iPod*~

29 de julio de 2010

Capítulo 6.

Tal vez fuese un sueño. Aunque era un poco extraño por que si de verdad lo fuera, ¿podría haber soñado que me despertaba? Que raro.


También estaba la opción b, que estuviera completamente loca. No la descartaba pues siempre me lo habían dicho. Un loco no sabe que está loco. Pero, ¿verdaderamente se podía estar loco y plantearse si se estaba loco o no? Menuda locura.

Y bueno, ahora la opción c. Que fuera real. Era la opción más probable, pero a la vez, menos coherente.

El caso es que mi cuerpo andaba, seguía a la extraña chica que decía llamarse Anabel, caminaba, pero yo no lo controlaba. Mi mente era como un ocupa en mi cabeza, consciente de lo que hacía pero sin poder ser dueña de mis actos. Esto era muy frustrante. Me sorprendí cuando me di cuenta de que podía hablar.

- ¿Pero qué dem…?- Me cortó. Estábamos atravesando la calle en pleno invierno, pero no sentía nada de frío, al parecer al igual que ella, pues su fina camiseta de cerezas era de manga corta.

- Tranquila. Todo se va a solucionar, Rose. Pronto estarás a salvo.- Me cogió del brazo, pero era como si estuviera anestesiada. Comenzó a tirar de él y tardé en darme cuenta de que estábamos girando la calle.- Es por aquí, ya falta poco.

No dije nada. Simplemente me limité a seguir, ¿caminando? Si eso era lo que estaba haciendo en realidad. Era la sensación más extraña que había sentido nunca. Ella andaba un paso por delante de mí pero su cuerpo iba coordinado a mis pies, de manera que si hubiese querido pisarla no lo hubiera conseguido, aparte del hecho de que mi cuerpo no era mío.

Me sentía frustrada. Era como si llevaras un mes en el desierto, de repente te salvan y te ponen un vaso de agua sobre una mesa. Vas a por él, pero la mesa cada vez está más y más lejos.

De pronto, Anabel se paró en seco. Pensaba que mi cuerpo chocaría contra el suyo, por lo que hice el amago de cerrar los ojos, aunque no fuera dueña en ese momento de realizar esa acción. En cambio, mi cuerpo frenó suavemente dejando una distancia de un paso más o menos. Se dio la vuelta de cara a mí, me sonrió y me tocó la frente.

Cuando desperté, supe que había vuelto a la normalidad. Estaba tumbada en una cama pequeña, envuelta en un saco de dormir. Tardé en darme cuenta de que nos movíamos. Me levanté de un salto y salí del cuarto.
Un tren. Estaba en un estúpido tren. Me asomé a la ventana más cercana para cerciorarme, pero todo estaba oscuro, exceptuando las estrellas de la noche, la luna, y algunas pequeñas luces que titilaban en la lejanía. Pero sin ninguna duda, nos movíamos. Unos pequeños murmullos se oyeron. Me giré y me quedé mirando a unos pequeños niños, tal vez de 8 o 9 años. Todos me miraban como si fuera rara. Bueno, ¿acaso no lo era?

Me acerqué un poco a ellos. Eran cuatro, tres niñas y un niño. Cuando estuve a menos de un paso de ellos, el niño desapareció. Pero literalmente. Joder, un segundo antes estaba allí y luego, había desaparecido. Parpadeé varias veces seguidas mientras me calmaba. Me agaché lo suficiente como para estar a la altura de los enanos.

La niña que estaba situada la primera tenía el cabello largo y negro, trenzado hasta la altura del pecho. No era muy alta, pero era delgada y sus ojos eran de un impresionante negro. Me miraba como si fuera su presa. Me asusté un poco. Luego, sonrió y me extendió la mano. Dudé en cogerla, después de todo lo que estaba pasando, no sabía que llegaría a pasarme, pero me arriesgué.

La niña puso en contacto las yemas de sus dedos con las respectivas de las mías y me miró fijamente a los ojos. Tuve la sensación de que en realidad, toda mi vida, intimidad y demás, estaba siendo desvelada. Me sentí…desnuda.

Me soltó la mano de golpe y miró a sus amigas. Una de ellas, pelirroja con pecas, le dijo algo y las tres se pusieron en grupito a hablar, en secreto. Me levanté molesta. Unas enanas de jardín no iban a amargarme el día o la noche, si es que no estaba amargado ya.

Y cuando iba a ponerme a gritar como una histérica, la niña del pelo negro me cogió de la mano, esta vez para llevarme a algún lado. Dejamos atrás a sus amigas mientras caminábamos por el andén.

- Anabel te está esperando.

- ¿Dónde cojones estoy?- Exploté, pero ella no me soltó.

- Ella te lo explicará todo. Sólo me ha enviado a mí para buscarte.- Su voz era como un ultrasonido amable y suave al tacto de los oídos.

Dejé que me guiara, pero aunque la presión que ejercía no era muy fuerte, podía notar que si yo opusiera resistencia, ella saldría ganando.

El pasillo del tren cada vez era más corto, por lo que supuse que estábamos llegando a nuestro destino. Las paredes eran tétricas, por no decir feas, de un terciopelo verde de exuberante pelo, de cuyas puntas superiores caían unas cortinas de color mostaza oscuro. La mayoría de ellas estaban descorridas, dejando ver el exterior a través de unos cristales repletos de huellas dactilares. Me tropecé con algo. Me giré a ver lo que era, pues la niña me seguía arrastrando, y me di cuenta de que era una bola de pelo… ¿un gato? Me encogí de hombros y cuando me disponía a seguir caminando, la niña frenó.

- Ya hemos llegado.- Me soltó la mano, se adelantó un paso y abrió la puerta que teníamos delante. Entró y me instó con la mano a que la siguiera.

Era un cuarto demasiado grande para estar en un tren, pero aún así, ahí estaba. En el centro había una mesa, sobre la cual estaba sentada Anabel, que parecía haberse cambiado de ropa por unos shorts lilas con leotardos naranjas y verdes, sin contar la camiseta rota de Three Days Grace. A su lado, pero en una silla con pinta de no ser nada cómoda, estaba Heath, con un nuevo piercing en la ceja. Y sentado sobre el único sillón de la sala que parecía más o menos habitable, estaba Lukas, repantigado de una manera un poco extraña, con los pies colgando.

Anabel saltó agraciadamente de la mesa y se acercó a la niña, que estaba a mi lado, con las manos entrelazadas en la espalda y balanceándose de alante a atrás, meciendo suavemente su trenza. Se agachó junto a ella y le puso una mano en la mejilla, sonriendo.

- Gracias por traer a Rose aquí, Cissy. Ya puedes volver si quieres.- Se puso recta de nuevo y le abrió la puerta. Cissy salió dando pequeños pasitos hasta que estuvo fuera, y la puerta se volvió a cerrar sola. Supongo que debería de ser algún sistema de cierre. Aunque ahora que lo pensaba, la puerta de mi casa no tenía ningún sistema, que yo supiese.

Anabel me sonrió y me cogió del brazo para que me acercase más al grupo. Me ofreció asiento en un enorme sofá que… Espera, ese sillón no estaba ahí antes. Me apoyé levemente en el reposabrazos, con el miedo de que en medio de esta pesadilla, a alguien le diera por hacer desaparecer sillones con gente encima.

Me fijé en que Lukas estaba escuchando música con los auriculares con los ojos cerrados. Le observé atentamente, intentando adivinar la canción que escuchaba con tanto ahínco, y cuando abrió los ojos, me quedé helada. Creo que no había ni una sola vez que me quedara sin aliento cuando me miraban aquellos ojos de color ceniza.
- Pero… ¿qué es esto?- Pregunté incrédula. Estuve a punto de ponerme a morderme las uñas, pero me contuve.- ¿Una fiesta de pijamas?- Anabel rió, mientras Lukas se giraba un poco, y pude ver que en realidad tan solo llevaba puesto un auricular. Me respondió él.

- Sí. Estábamos jugando a Atrevimiento o Verdad. Te toca.- Le miré desafiante por jugar con una situación así.

Heath se levantó de la silla y se colocó depie a mi lado. Le miré esperando a que hablara, pero en lugar de eso, alguien se giró de una esquina en la que yo no me había percatado, cómo no.

- Rose, te presento a Helena, mi madre.

Vale, ¿desde cuando las madres de mis amigos parecían el doble de jóvenes que yo? Sí, definitivamente, mi vida no es asquerosa, sino lo siguiente.

4 de julio de 2010

Capítulo 5.

-¿De donde demonios has sacado mi número?- Me levanté apresuradamente de la cama y fui directa a los pantalones negros que había llevado hoy. Tal y como esperaba, allí estaba la tarjetita que me había entregado Lukas antes de despedirnos. Me separé el teléfono un momento para comparar números, pero el que ahora estaba marcado era un número oculto. Demonios.
-¿Sabes, Rose? Hay algo llamado Guía Telefónica. Es muy útil en estos casos.- Contestó Lukas. Esto hizo que mi mente saltara y revelara un estado de ánimo. O en castellano, Me puso de los nervios y me enfadó, exploté. Respiré profundo varias veces antes de hablar.
-¿Sabes, Lukas?- No esperé respuesta- Que voy a colgar. No se como demonios has conseguido mi número y la verdad es que tampoco me interesa. Bórralo y no vuelvas a llamar.- Las respiraciones no habían servido de nada.- Oh Dios... Esto es una locura.
Me separé del teléfono dispuesta a colgar, y a punto estuve de hacerlo. Alguien me habló por el auricular.
-Rose, escucha.- Esta vez, no sé, tal vez porque la voz que me hablaba no era la de Lukas, me tranquilicé y me acerqué un poco el teléfono a la oreja, pero no demasiado, por si tenía que colgar '' súbitamente''.- Rose, escúchame.- Era Heath.
-Escucho.- Callé.
-Mira, tienes que convencer a tu tío de que te deje salir mañana a las once y media de la mañana.
-Sí, claro.- IRONÍA-Las llevas claras si piensas que mi tío me va a dejar salir después de la bronca que me ha echado hoy.
-Rose, inténtalo. Es muy importante. Tenemos algo que decirte y...
-! ROSE DARLING! ¿NO SERÁ VERDAD QUE ESTAS UTILIZANDO EL TELÉFONO?- Mi tío gritó desde el salón. Bajé la voz lo suficiente como para que no se oyera en un radio mayor que el de mi habitación.

-Heath. No se si voy a poder, en serio. Mi tío está de muy mal humor. Me voy a ganar una buena. Bastante tengo con que me llevará y me recogerá del instituto hasta dentro de media vida para asegurarse de que no me meto nada.

-¿Qué? ¿Piensa que te... Drogas?- su voz sonaba algo parecida al miedo.

-No se ha creído para nada lo de hoy. Lo siento, tengo que colgar.
-Inténtalo, Rose. Por favor.- La llamada se cortó. NO estaba segura de si había colgado él o yo. La mano me temblaba y ni siquiera sabía cual era el motivo. Últimamente mi vida no iba nada bien. Y esto de ahora me estaba jodiendo.
Dejé el fijo en su sitio y me tumbé en la cama bocabajo. NO sabía por que, pero sentía como si mi mundo se derrumbara. O tal vez era yo. No encajaba en ningún sitio, eso estaba claro. Y he ahí el problema. ¿Qué hacer cuando no formas parte del mundo que te rodea? ¿Y si en realidad te encuentras sola? No comencé a darme cuenta de que estaba llorando hasta que noté como el cojín salmón de encima de mi cama se llenaba de manchurrones de rimel y lápiz de ojos. Como si un río de lágrimas se tratase.
Llevaba tanto tiempo sin llorar que creo que cuando paré, ya era de noche y la colcha de mi cama estaba negra. Bueno, en realidad lo segundo me daba igual. Ya era hora de que Suzanne hiciera algo útil en la casa. Me levanté y pegué la oreja a la puerta. No había indicio alguno de que en la casa hubiese alguien, seguramente habían salido a cenar. Como siempre, yo no estaba invitada.
Salí de la habitación. La casa se sumía en un absoluto silencio después de cada uno de los golpecitos causados por el choque de mis calcetines sobre la moqueta. Entré a la cocina. Cogí unas galletas saladas y un zumo. Medio minuto después estaba sentada en el sofá con el portátil de mi tío. Siempre me decía que no lo utilizara, que tenía cosas privadas. Bueno, si tenía en cuenta que me había castigado por el resto de mi vida, dudaba que castigo más podría sumar. Por lo que no tenía nada que perder.
Fotos, videos... y una carpeta. PRIVADA. Sonreí a malas penas pues, ¿desde cuando era yo tan mala malísima? La sonrisa se me borró de golpe al ver su interior. CASO BELIKOVA. Cliqueé encima y se abrieron tres documentos. En uno de ellos se contaba detalladamente la muerte de los Darling. Seguramente sería el artículo que salió en el periódico. Lo tenía más que leído.
Otro de los archivos guardados era una carpeta de fotos. La abrí. Tan solo había tres imágenes. En la primera se veía mi casa, ardiendo en medio de la gran nevada. Me recorrió un sentimiento de nostalgia al pensar en ello. Decidí no remover recuerdos y pasé a la siguiente. Eran mis padres, o lo que quedaba de ellos totalmente calcinados. La cerré de inmediato. En mi interior se había revuelto algo y no me apetecía saber lo que era. El apetito desapareció de repente. Pasé directamente a la última. Y esta vez, lo único que había en mí era rabia. Eran los asesinos de mis padres. El hombre y la mujer que habían estado aquel día. Que habían matado a mis padres delante de mis ojos. La impotencia que comenzó a crecer en mí luchó ferozmente contra la razón y ganó ésta última. No se lo que hubiera sido capaz de hacer después de ver esa foto. Tal vez habría tirado el ordenador al suelo.

Volví a la carpeta de antes. Me resultaba un tanto extraño que pusiera privado cuando en realidad lo que había en ella eran cosas que yo sabía. Entonces, ¿Por qué lo ocultaba mi tío? Caí en la cuenta y empecé a investigar. Herramientas, opciones de carpeta, ver y mostrar archivos ocultos. Cerré las pestañas y comencé a husmear.

Tan sólo había aparecido un documento más. Al parecer, el historial de una conversación.




PETERLUC78:

Inspectora. ¿Quería hablar conmigo?
LUCYPACKPUM:

Efectivamente. Supongo que estará puesto en el caso de su hermano.
PETERLUC78:

Siempre lo tengo presente.
LUCYPACKPUM:

Creo que debería de saber las novedades, señor Darling. Los asesinos de su hermano y mujer, han conseguido escapar.
PETERLUC78:

¿¿Qué?? Inspectora, usted me aseguró de que esos canallas no saldrían de la cárcel. Ya veo que aquí no se puede confiar ni en la seguridad.
LUCYPACKPUM:

Pero a cambio, antes de su huída conseguimos sacarle algo de información a la mujer. ¿Quiere saberla?

PETERLUC78:

Ya no sirve para nada. Pero dígamela.
LUCYPACKPUM:
Proteja a su sobrina, Sr. Darling. Van a ir a por ella. Como en antaño.


Me alejé del ordenador como si quemara. ¿Qué era esto? ¿Una especie de broma? Salté del sofá. Corrí hacia mi habitación y me encerré, cogiendo a Cachemir por el camino. Me tumbé en la cama y cerré la puerta con pestillo. Tan solo necesitaba olvidar. No había visto nada, ¿vale? Joder, pero es que sí que lo había visto. Los asesinos de mis padres…iban a por mi. Tal vez fuese eso lo que querían desde un principio.
¿Pero por qué? ¿Qué demonios tenía yo para que hubieran llegado hasta tal punto? Olvidar. Olvidar. Eso necesitaba. Venga, tú puedes Rose. Eres Rox la Siniestra, ¿recuerdas?
Puse PAINTING FLOWERS de All Time Low a todo volumen para ver si se me despejaba la cabeza. Estuve tanto tiempo pensando en dejar la mente en blanco que cuando lo conseguí, me di cuenta de que llevaba toda la noche en vela.
A las diez de la mañana, abrí la puerta de mi cuarto. Al igual que la noche anterior, no había nadie en la casa. Cachemir salió corriendo de la habitación, el pobre llevaba toda la noche ahí, asfixiado seguramente. Me dio un poco de pena pero luego se desvaneció al darme cuenta de que todo lo de ayer no había sido un sueño.
Entré de nuevo, abrí las cortinas y dejé que entrara la luz. Me puse unos pantalones pitillos negros, una camiseta de Cheshire y unas Converse verdes. Mi pelo seguía planchado como ayer.

Estaba a punto de irme a desayunar cuando llamaron a la puerta.
Me asomé por la mirilla. Una chica con extensiones rosas, verdes y malvas. Una camiseta de cerezas, un tutú rosa pálido, unos leotardos lilas y naranjas y unas converse de burbujas. No me sonaba su cara, la hubiera reconocido.
Abrí la puerta sin saber lo que me deparaba esa chica.
- ¿Si?- pregunté.
- Hola, Rose. Soy Anabel. Y tenemos que irnos.- Me contestó. La miré raro pero cuando fui a darme cuenta, estaba en medio del pasillo.
Y la puerta se cerraba sin que nadie la hubiera tocado.