Tal vez fuese un sueño. Aunque era un poco extraño por que si de verdad lo fuera, ¿podría haber soñado que me despertaba? Que raro.
También estaba la opción b, que estuviera completamente loca. No la descartaba pues siempre me lo habían dicho. Un loco no sabe que está loco. Pero, ¿verdaderamente se podía estar loco y plantearse si se estaba loco o no? Menuda locura.
Y bueno, ahora la opción c. Que fuera real. Era la opción más probable, pero a la vez, menos coherente.
El caso es que mi cuerpo andaba, seguía a la extraña chica que decía llamarse Anabel, caminaba, pero yo no lo controlaba. Mi mente era como un ocupa en mi cabeza, consciente de lo que hacía pero sin poder ser dueña de mis actos. Esto era muy frustrante. Me sorprendí cuando me di cuenta de que podía hablar.
- ¿Pero qué dem…?- Me cortó. Estábamos atravesando la calle en pleno invierno, pero no sentía nada de frío, al parecer al igual que ella, pues su fina camiseta de cerezas era de manga corta.
- Tranquila. Todo se va a solucionar, Rose. Pronto estarás a salvo.- Me cogió del brazo, pero era como si estuviera anestesiada. Comenzó a tirar de él y tardé en darme cuenta de que estábamos girando la calle.- Es por aquí, ya falta poco.
No dije nada. Simplemente me limité a seguir, ¿caminando? Si eso era lo que estaba haciendo en realidad. Era la sensación más extraña que había sentido nunca. Ella andaba un paso por delante de mí pero su cuerpo iba coordinado a mis pies, de manera que si hubiese querido pisarla no lo hubiera conseguido, aparte del hecho de que mi cuerpo no era mío.
Me sentía frustrada. Era como si llevaras un mes en el desierto, de repente te salvan y te ponen un vaso de agua sobre una mesa. Vas a por él, pero la mesa cada vez está más y más lejos.
De pronto, Anabel se paró en seco. Pensaba que mi cuerpo chocaría contra el suyo, por lo que hice el amago de cerrar los ojos, aunque no fuera dueña en ese momento de realizar esa acción. En cambio, mi cuerpo frenó suavemente dejando una distancia de un paso más o menos. Se dio la vuelta de cara a mí, me sonrió y me tocó la frente.
Cuando desperté, supe que había vuelto a la normalidad. Estaba tumbada en una cama pequeña, envuelta en un saco de dormir. Tardé en darme cuenta de que nos movíamos. Me levanté de un salto y salí del cuarto.
Un tren. Estaba en un estúpido tren. Me asomé a la ventana más cercana para cerciorarme, pero todo estaba oscuro, exceptuando las estrellas de la noche, la luna, y algunas pequeñas luces que titilaban en la lejanía. Pero sin ninguna duda, nos movíamos. Unos pequeños murmullos se oyeron. Me giré y me quedé mirando a unos pequeños niños, tal vez de 8 o 9 años. Todos me miraban como si fuera rara. Bueno, ¿acaso no lo era?
Me acerqué un poco a ellos. Eran cuatro, tres niñas y un niño. Cuando estuve a menos de un paso de ellos, el niño desapareció. Pero literalmente. Joder, un segundo antes estaba allí y luego, había desaparecido. Parpadeé varias veces seguidas mientras me calmaba. Me agaché lo suficiente como para estar a la altura de los enanos.
La niña que estaba situada la primera tenía el cabello largo y negro, trenzado hasta la altura del pecho. No era muy alta, pero era delgada y sus ojos eran de un impresionante negro. Me miraba como si fuera su presa. Me asusté un poco. Luego, sonrió y me extendió la mano. Dudé en cogerla, después de todo lo que estaba pasando, no sabía que llegaría a pasarme, pero me arriesgué.
La niña puso en contacto las yemas de sus dedos con las respectivas de las mías y me miró fijamente a los ojos. Tuve la sensación de que en realidad, toda mi vida, intimidad y demás, estaba siendo desvelada. Me sentí…desnuda.
Me soltó la mano de golpe y miró a sus amigas. Una de ellas, pelirroja con pecas, le dijo algo y las tres se pusieron en grupito a hablar, en secreto. Me levanté molesta. Unas enanas de jardín no iban a amargarme el día o la noche, si es que no estaba amargado ya.
Y cuando iba a ponerme a gritar como una histérica, la niña del pelo negro me cogió de la mano, esta vez para llevarme a algún lado. Dejamos atrás a sus amigas mientras caminábamos por el andén.
- Anabel te está esperando.
- ¿Dónde cojones estoy?- Exploté, pero ella no me soltó.
- Ella te lo explicará todo. Sólo me ha enviado a mí para buscarte.- Su voz era como un ultrasonido amable y suave al tacto de los oídos.
Dejé que me guiara, pero aunque la presión que ejercía no era muy fuerte, podía notar que si yo opusiera resistencia, ella saldría ganando.
El pasillo del tren cada vez era más corto, por lo que supuse que estábamos llegando a nuestro destino. Las paredes eran tétricas, por no decir feas, de un terciopelo verde de exuberante pelo, de cuyas puntas superiores caían unas cortinas de color mostaza oscuro. La mayoría de ellas estaban descorridas, dejando ver el exterior a través de unos cristales repletos de huellas dactilares. Me tropecé con algo. Me giré a ver lo que era, pues la niña me seguía arrastrando, y me di cuenta de que era una bola de pelo… ¿un gato? Me encogí de hombros y cuando me disponía a seguir caminando, la niña frenó.
- Ya hemos llegado.- Me soltó la mano, se adelantó un paso y abrió la puerta que teníamos delante. Entró y me instó con la mano a que la siguiera.
Era un cuarto demasiado grande para estar en un tren, pero aún así, ahí estaba. En el centro había una mesa, sobre la cual estaba sentada Anabel, que parecía haberse cambiado de ropa por unos shorts lilas con leotardos naranjas y verdes, sin contar la camiseta rota de Three Days Grace. A su lado, pero en una silla con pinta de no ser nada cómoda, estaba Heath, con un nuevo piercing en la ceja. Y sentado sobre el único sillón de la sala que parecía más o menos habitable, estaba Lukas, repantigado de una manera un poco extraña, con los pies colgando.
Anabel saltó agraciadamente de la mesa y se acercó a la niña, que estaba a mi lado, con las manos entrelazadas en la espalda y balanceándose de alante a atrás, meciendo suavemente su trenza. Se agachó junto a ella y le puso una mano en la mejilla, sonriendo.
- Gracias por traer a Rose aquí, Cissy. Ya puedes volver si quieres.- Se puso recta de nuevo y le abrió la puerta. Cissy salió dando pequeños pasitos hasta que estuvo fuera, y la puerta se volvió a cerrar sola. Supongo que debería de ser algún sistema de cierre. Aunque ahora que lo pensaba, la puerta de mi casa no tenía ningún sistema, que yo supiese.
Anabel me sonrió y me cogió del brazo para que me acercase más al grupo. Me ofreció asiento en un enorme sofá que… Espera, ese sillón no estaba ahí antes. Me apoyé levemente en el reposabrazos, con el miedo de que en medio de esta pesadilla, a alguien le diera por hacer desaparecer sillones con gente encima.
Me fijé en que Lukas estaba escuchando música con los auriculares con los ojos cerrados. Le observé atentamente, intentando adivinar la canción que escuchaba con tanto ahínco, y cuando abrió los ojos, me quedé helada. Creo que no había ni una sola vez que me quedara sin aliento cuando me miraban aquellos ojos de color ceniza.
- Pero… ¿qué es esto?- Pregunté incrédula. Estuve a punto de ponerme a morderme las uñas, pero me contuve.- ¿Una fiesta de pijamas?- Anabel rió, mientras Lukas se giraba un poco, y pude ver que en realidad tan solo llevaba puesto un auricular. Me respondió él.
- Sí. Estábamos jugando a Atrevimiento o Verdad. Te toca.- Le miré desafiante por jugar con una situación así.
Heath se levantó de la silla y se colocó depie a mi lado. Le miré esperando a que hablara, pero en lugar de eso, alguien se giró de una esquina en la que yo no me había percatado, cómo no.
- Rose, te presento a Helena, mi madre.
Vale, ¿desde cuando las madres de mis amigos parecían el doble de jóvenes que yo? Sí, definitivamente, mi vida no es asquerosa, sino lo siguiente.
29 de julio de 2010
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2 comentarios:
Mola mola mola!! Me encanta XD Uauhhh esta vez has subido bastante rápido el siguiente capítulo xD gracias por impedir que me quede sin uñas xD es broma, es que es tan intrigante... XD sigue así, yo siempre que subas algo me pasaré a leerlo.
ahh y por cierto xD te afilio a mi blog
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